martes, 24 de enero de 2012

VEN Y SÍGUEME

1.- Uno de los mayores intereses que tienen los científicos es la de ver los primeros momentos de una estrella, de un planeta, de una galaxia, de una supernova. Y para ello se han lanzado al espacio diversas sondas con la misión de fotografiar esos primeros momentos y después estudiarlos en la tierra.
2.- En la Liturgia de este domingo, hemos sido testigos, y sin mucho esfuerzo, de los primeros pasos de esta estrella que reflejará siempre la luz de Jesucristo hasta que todo llegue a su fin: la Iglesia, nuestra Madre la Iglesia. Y lo hace Jesús eligiendo a los que van a ser sus apóstoles, pasando a su lado en muchas ocasiones y diciéndoles “sígueme”, y en otras, como hemos escuchado en el evangelio de san Juan, usando a medidores, esto es, a personas como al Bautista que señala a aquellos jóvenes al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. La vida de aquellos muchachos cambió totalmente y, a pesar de las dificultades que fueron encontrando por su fidelidad a Jesús, incluso en el martirio, fueron felices. Si, mirad: la vocación es una llamada a la felicidad. La vocación cristiana es una llamada a la felicidad, no al amargamiento o depresión, aunque hayan nubarrones y pedrisca, y se es más feliz en tanto en cuanto uno no es cicatero en su vida, sino generoso. El mismo san Juan, ya viejecito, cuando redacta su evangelio no puede dejar de anotar la hora en la que se produjo su cambio de vida, en la que su vida tuvo sentido existencial cuando su mirada se encontró con la de Jesús. ¡Cuánto agradeció Pedro a Juan que le llevara a Jesús!
3.-Dentro de este amplio paraguas que es la vida cristiana, todos los presentes tenemos una vocación singular que es la “vocación legionaria”, una vocación de felicidad también. Como a Pedro hubo alguien que nos llevó a la Legión, que nos la dio a conocer. ¡Cuánto le tenemos que agradecer! Y conforme hemos ido conociéndola, más nos hemos ido enganchando, más nos ha ayudado a ser católicos de cuerpo entero, comprometidos y devotos. La vocación legionaria, por tanto, ha colaborado y lo sigue haciendo para que seamos más felices. Me atrevo a decir que si un legionario ve pesado, incompresible, el estilo de Legión, ni le aporta ningún tipo de gozo espiritual, pierde el tiempo con nosotros, ha de buscar otro lugar y también nosotros se lo hemos de hacer saber. Pero esta vida o vocación legionaria nos dará más felicidad en tanto en cuanto la desarrollemos más hondamente, no nos quedemos en la superficie, sino que hagamos nuestro servicio apostólico y en la organización de forma generosa. Un buen oficial es  más feliz porque hace un servicio a su hermano de presídium o de consejo. Si no lo es, ¿no será porque no da como el espíritu legionario le pide? No nos hemos comparar con nadie para no responder generosamente en el día a día legionario, esperando que otro lo haga para yo hacerlo también. Miremos, entonces, y tomemos pulso a nuestra vocación legionaria y ver así su salud. Y como se cuidan las pequeñas plantas para que están crezcan, al igual que ha de cuidarse una vocación sacerdotal, matrimonial, religiosa y soltera, también ha de cuidarse la vocación legionaria. Y lo haremos conociendo cada día mejor el Manual, no siendo cítricos en nuestras críticas sino edificantes, con fuertes deseos de aprender del otro, involucrándonos en los quehaceres y actos legionarios. Si no hacemos todo esto, la vocación legionaria se puede languidecer, helar, morir, o lo que es lo pero, en “ir tirando” con el mínimo esfuerzo, lo que hace mucho mal a los demás legionarios, al quitarlos muchas ganas de darse más.
4.- Que la Dueña de la Legión nos haga vivir con más profundad nuestra vocación legionaria llevando como el Bautista a muchos al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

jueves, 19 de enero de 2012

IMPROVISACIONES

La hermana Conchi PDDM nos pilló a traición a Cristina y a mi cantando una canción de Perales. Disculpad  porque no habíamos ensayado antes, ni nada.

sábado, 7 de enero de 2012

PERLAS DEL CARDENAL SEGURA EN TOLEDO (V)

1.- Si aún después de la acción demoledora del tiempo y de las consecuencias funestísimas de las leyes desamortizadores que redujeron a la Iglesia española a las humillantes indigencia; si después de los diversos actos de vandalismo llevados a cabo a mansalva en los tesoros de nuestros templos durante los últimos siglos(…) todavía puede la Iglesia de España ataviarse con las más preciadas joyas en sus solemnidades religiosas, fácil es adivinar el esplendor que revistirían las fiestas eucarísticas españolas del Corpus Christi en nuestro siglo de oro.
Mas si bien hoy por un lado la pobreza suma se desarrolla nuestro culto y por otra la descristianización creciente de nuestro pueblo han hecho que no responda a nuestra tradición gloriosa la celebración actual de las fiestas eucarísticas del Santísimo Corpus Cristo en España, sin embargo es cierto que este decaimiento se debe también en parte muy principal a la apatía de los buenos católicos que es necesario combatir enérgicamente.

2.- Nunca, como hasta ahora, se ha sentido la necesidad de amparar a la familia cristiana. Es tan tenaz, tan general, tan despiadado el ataque que se ha entablado en el mundo contra la familia en general, y contra la familia cristiana en especial, que si ella no fuera obra de Dios, bien podríamos temer su total ruina .De aquí que todos los medios de perversión y con abuso intolerable de la fuerza, procuren los que tienen las riendas del poder destruir la familia, comenzando su porfiada y funesta acción demoledora desde la escuela misma.Preténdese cegar la fuente misma de la familia cristiana, que es el santo matrimonio, al que sañudamente se combate con las armas más innobles desde la cátedra, desde la prensa, desde la tribuna, desde los parlamentos.sólo con una acción metódica sostenida, constante, perfectamente disciplinada, que se extienda a las leyes, a la enseñanza, a la prensa, a los espectáculos y diversiones, a las mismas instituciones sociales, se logrará contrarrestar los principios de disolución que por doquier amenazan la familia.

3.-Vienen anunciando paz, paz, y no obstante sus pomposas proclamas de paz, cada día se enciende más la hoguera de los odios enconados, no sólo entre las diversas naciones sino entre hermanos, con luchas intestinas que acabarán con la pública tranquilidad y con la prosperidad de los pueblos.

4.-: Jesús ha de reinar en nuestras leyes; ha de reinar en nuestras costumbres; ha de reinar en nuestras instituciones. Y ha de reinar solo, porque él solo tiene derecho a reinar.los católicos españoles- aún los buenos católicos españoles- tal vez no se examinan debidamente sobre el cumplimiento de estos deberes que les impone el derecho sacratísimo del Corazón de Jesucristo de reinar socialmente en España (…) Y Jesucristo reinará socialmente en España cuando la sociedad española acate su divina soberanía, cuando no haya ley que contradiga a los eternos principios de su doctrina, cuando en la sociedad española se le rindan el culto y el obsequio debidos. Sólo entonces podrá decirse que es un hecho el reinado social de Jesucristo en España.






martes, 3 de enero de 2012

RESPIRAR DEMOCRACIA (VI)

ü  Se puede ver a la democracia no como un medio de convivencia y de gobierno,
sino como un fin en sí misma y como tal poder entrar en todos los ámbitos en los que la vida del hombre se desarrolla y convertirse en una dictadura del pensamiento único, en  el que no quepa más que un tipo de pensar y obrar, marginando o persiguiendo a aquellos que no que sean permeables a la llamada “moral democrática”.
ü  Otro peligro es la falta de democracia interna de los mismos partidos en los que
los dirigentes hacen imposible la participación de los ciudadanos por su sectarismo, al estrellarse con unas estructuras férreas. Así los ciudadanos se desilusionan y se van apartando del sistema democrático.
ü  Para que los ciudadanos puedan participar en los asuntos de su ciudad, de su
región y de su nación, es necesario que estén verazmente informados y así puedan decidir con su voto por una u otra opción. Sin embargo, en los países democráticos se hace notar cómo los principales grupos mediáticos, ya sea de prensa escrita como audiovisual, en vez de informar objetivamente para que los ciudadanos puedan ir adquiriendo un criterio propio, amplifican o silencian noticias con miras a una manipulación política y moral. La información de estos medios es un servicio del bien común. La sociedad tiene derecho a una información fundada en la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad[1].
ü  Si en todos los sistemas políticos la corrupción política desalienta a los
ciudadanos, en el democrático es una de las más graves porque traiciona al mismo tiempo los principios de la moral y las normas de la justicia social[2].Compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados; introduce una creciente desconfianza respecto a las instituciones públicas, causando un progresivo menosprecio de los ciudadanos por la política y sus representantes, con el consiguiente debilitamiento de las instituciones. La corrupción distorsiona de raíz el papel de las instituciones representativas, porque las usa como terreno de intercambio político entre peticiones clientelistas y prestaciones de los gobernantes. De este modo, las opciones políticas favorecen los objetivos limitados de quienes poseen los medios para influenciarlas e impiden la realización del bien común de todos los ciudadanos[3]
ü  Otro peligro más o menos latente en todas las democracias occidentales es el de
olvidar el principio de subsidiaridad, queriendo que solo sea el Estado el que organice todo tipo de acción social. Sin embargo, la comunidad política debe regular sus relaciones con la sociedad civil según el principio de subsidiaridad[4]  y no ahogar las iniciativas culturales o de todo tipo de voluntariado donde la persona desarrolla su dimensión social, cultural y de todo tipo, haciendo posible una verdadera participación en todos los ámbitos en los que el ser humano se desarrolla. Muchas experiencias de voluntariado constituyen un ulterior ejemplo de gran valor, que lleva a considerar la sociedad civil como el lugar donde siempre es posible recomponer una ética pública centrada en la solidaridad, la colaboración concreta y el diálogo fraterno. Todos deben mirar con confianza estas potencialidades y colaborar con su acción personal para el bien de la comunidad en general y en particular de los más débiles y necesitados. Es también así como se refuerza el principio de la « subjetividad de la sociedad[5].
ü  No se queda atrás en las democracias occidentales  el peligro de no valorar
suficientemente la dimensión espiritual queriéndola reducir a algo meramente subjetivo e intimista del hombre. La fe, que da forma al pensamiento y obrar humano, no puede ser despreciada, y  la sociedad y el Estado no deben constreñir a una persona a actuar contra su conciencia, ni impedirle actuar conforme a ella[6]. El estado democrático y de derecho, en razón de los vínculos históricos hacia una comunidad religiosa, ha de reconocerla especialmente aunque ello no signifique una discriminación legal, social o de otro tipo a las demás confesiones religiosas[7]. La comunidad política ha de vivir plenamente su independencia respecto a la Iglesia y no inmiscuirse en sus asuntos  pues la Iglesia se organiza con formas adecuadas para satisfacer las exigencias espirituales de sus fieles, mientras que las diversas comunidades políticas generan relaciones e instituciones al servicio de todo lo que pertenece al bien común temporal [8]. El deber de respetar la libertad religiosa impone a la comunidad política que garantice a la Iglesia el necesario espacio de acción. Por su parte, la Iglesia no tiene un campo de competencia específica en lo que se refiere a la estructura de la comunidad política: « La Iglesia respeta la legítima autonomía del orden democrático; pero no posee título alguno para expresar preferencias por una u otra solución institucional o constitucional »,[9]ni tiene tampoco la tarea de valorar los programas políticos, si no es por sus implicaciones religiosas y morales[10].


[1] Catecismo de la Iglesia Católica, 2494; cf. Concilio Vaticano II, Decr. Inter mirifica, 11: AAS 56 (1964) 148-149
[2] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 44: AAS 80 (1988) 575-577; Id., Carta enc. Centesimus annus, 48: AAS 83 (1991) 852-854; Id., Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1999, 6: AAS 91 (1999) 381-382.
[3] Compendio 411
[4] Cf. Pío XI, Carta enc. Quadragesimo anno: AAS 23 (1931) 203; Catecismo de la Iglesia Católica, 1883-1885
[5] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 49: AAS 83 (1991) 855
[6] Cf. Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 3: AAS 58 (1966) 931-932
[7] Cf. Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 6: AAS 58 (1966) 933-934; Catecismo de la Iglesia Católica, 2107
[8] Compendio 424
[9] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 47: AAS 83 (1991) 852
[10] Compendio 424