I.- Desde este miércoles próximo, de ceniza, vamos a ir oyendo la llamada a la conversión. Se nos impondrá diciendo en nuestras cabezas “convertíos y creed en el evangelio” y esta llamada se nos irá repitiendo durante toda la cuaresma. Pero, ¿en qué consiste la conversión, qué es la conversión?
II.- Convertirse, sería, volver a vivir como una vez se vivió, es decir, que al caer en la cuenta que me he apartado, que me he abandonado, que me he aburguesado, vuelvo la mirada al pasado me doy cuanta que hubo un tiempo en que viví plenamente mi vida cristiana, y vuelvo allí. El Legionario de María ha de convertirse como todos, es verdad. Seguramente todos hemos tenido una especie de “época dorada” en la que vivimos el espíritu legionario con intensidad, no poniendo freno a nuestra ilusión y entrega. Allí hemos de volver. Tenemos, por tanto que convertirnos de nuevo, volver a esos momentos dorados, aunque los años hayan pasado. Cambiar el costumbrismo por la novedad, la desgana por la ilusión renovada, el aburguesamiento por el proletariado espiritual. Como en todo, no lo podemos hacer solos, pues el corazón se ha ido endureciendo. Partiendo del reconocimiento de nuestra realidad actual de sabernos incapaces de poderlo hacer con nuestras propias fuerzas, pedírselo a la Virgen para que nos convirtamos.
III.- Convertirse es descubrir el amor de Dios que se manifiesta en Jesucristo, su dulzura, la belleza incomparable del evangelio, y volver a Dios, cambiando de vida, dejando que los sentimientos de Jesús vayan formando parte de nuestro ser. El Legionario de María también ha de convertirse de la misma manera. Al caer en la cuenta del lugar que ocupa la Virgen en el Cuerpo Místico, de la belleza de la que es el compendio de todas las virtudes, de la fastuosidad de la espiritualidad mariana que nos lleva al apostolado, nos ha de mover a vivir la Legión de María en plenitud, dejando atrás nuestros “peros”, el lastre de nuestra comodidad, de nuestra mediocridad, y vivir intensamente el espíritu legionario.
IV.- No podemos hacer esto solos. Para romper nuestras comodidades, nuestra parálisis legionaria, hemos de volver a Ella, a la que da sentido a nuestro vivir en la Iglesia, para que Ella nos alcance del Señor las gracias necesarias para que el corazón helado y duro se derrita y se ablande. Esta es la labor que tenemos que hacer en estos días de cuaresma que vamos a comenzar.
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