1.- Uno de los mayores intereses que tienen los científicos es la de ver los primeros momentos de una estrella, de un planeta, de una galaxia, de una supernova. Y para ello se han lanzado al espacio diversas sondas con la misión de fotografiar esos primeros momentos y después estudiarlos en la tierra.
2.- En la Liturgia de este domingo, hemos sido testigos, y sin mucho esfuerzo, de los primeros pasos de esta estrella que reflejará siempre la luz de Jesucristo hasta que todo llegue a su fin: la Iglesia, nuestra Madre la Iglesia. Y lo hace Jesús eligiendo a los que van a ser sus apóstoles, pasando a su lado en muchas ocasiones y diciéndoles “sígueme”, y en otras, como hemos escuchado en el evangelio de san Juan, usando a medidores, esto es, a personas como al Bautista que señala a aquellos jóvenes al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. La vida de aquellos muchachos cambió totalmente y, a pesar de las dificultades que fueron encontrando por su fidelidad a Jesús, incluso en el martirio, fueron felices. Si, mirad: la vocación es una llamada a la felicidad. La vocación cristiana es una llamada a la felicidad, no al amargamiento o depresión, aunque hayan nubarrones y pedrisca, y se es más feliz en tanto en cuanto uno no es cicatero en su vida, sino generoso. El mismo san Juan, ya viejecito, cuando redacta su evangelio no puede dejar de anotar la hora en la que se produjo su cambio de vida, en la que su vida tuvo sentido existencial cuando su mirada se encontró con la de Jesús. ¡Cuánto agradeció Pedro a Juan que le llevara a Jesús!
3.-Dentro de este amplio paraguas que es la vida cristiana, todos los presentes tenemos una vocación singular que es la “vocación legionaria”, una vocación de felicidad también. Como a Pedro hubo alguien que nos llevó a la Legión, que nos la dio a conocer. ¡Cuánto le tenemos que agradecer! Y conforme hemos ido conociéndola, más nos hemos ido enganchando, más nos ha ayudado a ser católicos de cuerpo entero, comprometidos y devotos. La vocación legionaria, por tanto, ha colaborado y lo sigue haciendo para que seamos más felices. Me atrevo a decir que si un legionario ve pesado, incompresible, el estilo de Legión, ni le aporta ningún tipo de gozo espiritual, pierde el tiempo con nosotros, ha de buscar otro lugar y también nosotros se lo hemos de hacer saber. Pero esta vida o vocación legionaria nos dará más felicidad en tanto en cuanto la desarrollemos más hondamente, no nos quedemos en la superficie, sino que hagamos nuestro servicio apostólico y en la organización de forma generosa. Un buen oficial es más feliz porque hace un servicio a su hermano de presídium o de consejo. Si no lo es, ¿no será porque no da como el espíritu legionario le pide? No nos hemos comparar con nadie para no responder generosamente en el día a día legionario, esperando que otro lo haga para yo hacerlo también. Miremos, entonces, y tomemos pulso a nuestra vocación legionaria y ver así su salud. Y como se cuidan las pequeñas plantas para que están crezcan, al igual que ha de cuidarse una vocación sacerdotal, matrimonial, religiosa y soltera, también ha de cuidarse la vocación legionaria. Y lo haremos conociendo cada día mejor el Manual, no siendo cítricos en nuestras críticas sino edificantes, con fuertes deseos de aprender del otro, involucrándonos en los quehaceres y actos legionarios. Si no hacemos todo esto, la vocación legionaria se puede languidecer, helar, morir, o lo que es lo pero, en “ir tirando” con el mínimo esfuerzo, lo que hace mucho mal a los demás legionarios, al quitarlos muchas ganas de darse más.
4.- Que la Dueña de la Legión nos haga vivir con más profundad nuestra vocación legionaria llevando como el Bautista a muchos al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.