Con la fiesta del Bautismo del Señor se concluyen esta fiestas navideñas. Hemos palpado, una vez más el Amor Encarnado en seno Inmaculado de la Virgen. Este amor, que desde su nacimento no es correspondido por el hombre pues "vino a los suyos y éstos no le recibieron", nos ha llenado de inmenso gozo pues lo que era invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar la nuestra, el Eterno, engendrado antes del tiempo comparte nuestra vida temporal para asumir en sí todo lo creado para reconstruir lo que estaba caído y restaurar de este modo el universo para llamr al reino de los cielos al hombre sumergido en el pecado.
En el Bautismo del Señor descubrimos cómo su naturaleza humana en todo semejante a la nuestra menos en el pecado, es enaltecida por el Padre Eterno llamándole "Hijo Amado", siendo ungido por el Espíritu Santo, asumiendo en sí mismo el pecado de la humanidad entera que será redimido definitivamente en la cruz.
En el Bautismo del Señor descubrimos cómo su naturaleza humana en todo semejante a la nuestra menos en el pecado, es enaltecida por el Padre Eterno llamándole "Hijo Amado", siendo ungido por el Espíritu Santo, asumiendo en sí mismo el pecado de la humanidad entera que será redimido definitivamente en la cruz.
En nuestro bautismo descubrimos el estar sumergidos en el pecado y cómo hemos sido rescatados al salir de las aguas resucitadas y resucitadoras. Aunque será en tiempo de la Pascua cuando vivamos ese tiempo bautismal en su plenitud, esta fiesta del Bautismo del Señor nos prepara para poder acoger las enseñanzas del Señor Jesús, viendo ya el horizonte renovador de su Pascua.
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