Otra de las novedades que ha aportado el cristianismo ha sido valorar en su justa medida la virtud de la humildad, virtud hoy tan poco valorada e incluso olvidada. San Agustín dirá claramente que al igual que para edificar un edificio se necesitan fuertes cimientos, y cuando más alta la casa más profundos han de estar, la vida cristiana, el seguimiento de Jesucristo ha de fundamentarse profundamente en esta virtud. Bien podemos decir que sin ella nuestra vida cristiana sería anodina, nuestra amistad con Jesucristo sería superficial, como el oro o el diamante sin quilates. Y al contrario, cuando la virtud de la humildad se posee entonces se van alcanzando altísimos niveles de santidad porque este es el camino que el mismo Jesús recorrió: Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por nosostros para eniquecernos, al elegir un pueblo insignificante con tantas limitaciones y durezas de corazón, nacer en la pobreza, vivir desterrado y rodeado de gente humilde, morir en las afeuras de las murallas de Jerusalén como los procritos...A pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango pasando por un hombre cualquiera...
Pero, ¿qué es la humildad? Santa Teresa de Jesús nos dice escueta pero magistralmente: Humildad es decir verdad. Es tan grande esta virtud que la hemos de ver en toda su amplitud poco a poco:
- La humildad nos ha de llevar a reconocer que la vida es un regalo de Dios que nos ha llegado por el amor de nuestros padres. Que no la hemos ganado por esfuerzo personal sino que se nos ha dado gratuitamente, sin merecerlo. Las consecuencias de este descubrimiento es total: si la vida se me ha sido regalada he de cuidarla no la he de maltratar ni la personal ni la de ninguna persona. He de luchar para que la vida sea vivida por todos dignamente en todos los órdenes, luchando así por una verdadera justicia social fundada en el amor de Dios.
- La humildad nos lleva igualmente a reconocer que por encima de nosotros hay Alguien que nos ha creado a su "imagen y semejanza" que nos diferencia claramente de los demás seres creados al tener inteligencia, voluntad, libertad.. y un alma inmortal. Y al saber que El está por encima de mí...¡cuantas consecuencias tiene! El hombre no es dueño de la moralidad, no es el punto último de referencia sino que es Dios del que nacimos y hacia donde vamos. El ser humano no puede por tanto convertirse en fuente de moralidad definiendo así lo que está bien y lo que está mal, sino que es Dios mismo la fuente de la vida y de la mismo vida moral, que es un vehículo para ser felices y santos.La soberbia nos lleva a rechazar todo lo que no es en un principio racional, empírico o experimental, en querer asi ser como dioses y decidir así lo que es bueno o es malo. La verdad real y experimental es esta: que el hombre que no vive la humildad se converte en lobo para otro hombre, en un mounstruo para el otro, porque pretende imponer algo que no está en ley natural. La humildad se ejercita rezando, ponerse de rodillas ante el Todopoderoso, reconoceindo lo que en realidad somos.
- La humildad nos ha de llevar también a recoger la Palabra de Dios como tal, a ser agradecidos porque haya querido darse a conocer y ratificar lo que hasta entonces era una mera sopecha.
La encarnación de la humildad es la Madre de Dios. Con razón la llamamos santísima porque por la humildad ha llegado a conocer profundamente la realidad de Dios encarnado. Cuando compone el Magníficat exteriorizando así las simas de su intimidad con Dios dice: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador... Ójala que también nosostros seamos capaces de componer nuestro porpio cántoco de humildad porque antes ya la hayamos vivido y encarnado.
Allocutio del mes de febrero de 2.010 del Comitium Nuestra Señra del Sagrario. Toledo
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