¡Todavía quedan mas argumentos!
jueves, 30 de junio de 2011
FELICIDADES, SANTO PADRE
Ayer, solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el Santo Padre Benedicto XVI cumplió 60 años de su ordenación sacerdotal. La homilía que pronunció ayer en la Misa es una auténtica joya espiritual. Leámosla y meditémosla con tranquilidad.
Queridos hermanos y hermanas,
«Non iam dicam servos, sed amicos» - «Ya no os llamo siervos, sino amigos» (cf. Jn 15,15). Sesenta años después de mi Ordenación sacerdotal, siento todavía resonar en mi interior estas palabras de Jesús, que nuestro gran Arzobispo, el Cardenal Faulhaber, con la voz ya un poco débil pero firme, nos dirigió a los nuevos sacerdotes al final de la ceremonia de Ordenación. Según las normas litúrgicas de aquel tiempo, esta aclamación significaba entonces conferir explícitamente a los nuevos sacerdotes el mandato de perdonar los pecados. «Ya no siervos, sino amigos»: yo sabía y sentía que, en ese momento, esta no era sólo una palabra «ceremonial», y era también algo más que una cita de la Sagrada Escritura. Era bien consciente: en este momento, Él mismo, el Señor, me la dice a mí de manera totalmente personal. En el Bautismo y la Confirmación, Él ya nos había atraído hacia sí, nos había acogido en la familia de Dios. Pero lo que sucedía en aquel momento era todavía algo más. Él me llama amigo. Me acoge en el círculo de aquellos a los que se había dirigido en el Cenáculo. En el grupo de los que Él conoce de modo particular y que, así, llegan a conocerle de manera particular. Me otorga la facultad, que casi da miedo, de hacer aquello que sólo Él, el Hijo de Dios, puede decir y hacer legítimamente: Yo te perdono tus pecados. Él quiere que yo – por mandato suyo – pronuncie con su «Yo» unas palabras que no son únicamente palabras, sino acción que produce un cambio en lo más profundo del ser. Sé que tras estas palabras está su Pasión por nuestra causa y por nosotros. Sé que el perdón tiene su precio: en su Pasión, Él ha descendido hasta el fondo oscuro y sucio de nuestro pecado. Ha bajado hasta la noche de nuestra culpa que, sólo así, puede ser transformada. Y, mediante el mandato de perdonar, me permite asomarme al abismo del hombre y a la grandeza de su padecer por nosotros los hombres, que me deja intuir la magnitud de su amor. Él se fía de mí: «Ya no siervos, sino amigos». Me confía las palabras de la Consagración en la Eucaristía. Me considera capaz de anunciar su Palabra, de explicarla rectamente y de llevarla a los hombres de hoy. Él se abandona a mí. «Ya no sois siervos, sino amigos»: esta es una afirmación que produce una gran alegría interior y que, al mismo tiempo, por su grandeza, puede hacernos estremecer a través de las décadas, con tantas experiencias de nuestra propia debilidad y de su inagotable bondad.
«Ya no siervos, sino amigos»: en estas palabras se encierra el programa entero de una vida sacerdotal. ¿Qué es realmente la amistad? Ídem velle, ídem nolle – querer y no querer lo mismo, decían los antiguos. La amistad es una comunión en el pensamiento y el deseo. El Señor nos dice lo mismo con gran insistencia: «Conozco a los míos y los míos me conocen» (cf. Jn 10,14). El Pastor llama a los suyos por su nombre (cf. Jn 10,3). Él me conoce por mi nombre. No soy un ser anónimo cualquiera en la inmensidad del universo. Me conoce de manera totalmente personal. Y yo, ¿le conozco a Él? La amistad que Él me ofrece sólo puede significar que también yo trate siempre de conocerle mejor; que yo, en la Escritura, en los Sacramentos, en el encuentro de la oración, en la comunión de los Santos, en las personas que se acercan a mí y que Él me envía, me esfuerce siempre en conocerle cada vez más. La amistad no es solamente conocimiento, es sobre todo comunión del deseo. Significa que mi voluntad crece hacia el «sí» de la adhesión a la suya. En efecto, su voluntad no es para mí una voluntad externa y extraña, a la que me doblego más o menos de buena gana. No, en la amistad mi voluntad se une a la suya a medida que va creciendo; su voluntad se convierte en la mía, y justo así llego a ser yo mismo. Además de la comunión de pensamiento y voluntad, el Señor menciona un tercer elemento nuevo: Él da su vida por nosotros (cf. Jn 15,13; 10,15). Señor, ayúdame siempre a conocerte mejor. Ayúdame a estar cada vez más unido a tu voluntad. Ayúdame a vivir mi vida, no para mí mismo, sino junto a Ti para los otros. Ayúdame a ser cada vez más tu amigo.
Las palabras de Jesús sobre la amistad están en el contexto del discurso sobre la vid. El Señor enlaza la imagen de la vid con una tarea que encomienda a los discípulos: «Os he elegido y os he destinado para vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca» (Jn 15,16). El primer cometido que da a los discípulos, a los amigos, es el de ponerse en camino –os he destinado para que vayáis-, de salir de sí mismos y de ir hacia los otros. Podemos oír juntos aquí también las palabras que el Resucitado dirige a los suyos, con las que san Mateo concluye su Evangelio: «Id y enseñad a todos los pueblos...» (cf. Mt 28,19s). El Señor nos exhorta a superar los confines del ambiente en que vivimos, a llevar el Evangelio al mundo de los otros, para que impregne todo y así el mundo se abra para el Reino de Dios. Esto puede recordarnos que el mismo Dios ha salido de si, ha abandonado su gloria, para buscarnos, para traernos su luz y su amor. Queremos seguir al Dios que se pone en camino, superando la pereza de quedarnos cómodos en nosotros mismos, para que Él mismo pueda entrar en el mundo.
Después de la palabra sobre el ponerse en camino, Jesús continúa: dad fruto, un fruto que permanezca. ¿Qué fruto espera Él de nosotros? ¿Cuál es el fruto que permanece? Pues bien, el fruto de la vid es la uva, del que luego se hace el vino. Detengámonos un momento en esta imagen. Para que una buena uva madure, se necesita sol, pero también lluvia, el día y la noche. Para que madure un vino de calidad, hay que prensar la uva, se requiere la paciencia de la fermentación, los atentos cuidados que sirven a los procesos de maduración. Un vino de clase no solamente se caracteriza por su dulzura, sino también por la riqueza de los matices, la variedad de aromas que se han desarrollado en los procesos de maduración y fermentación. ¿Acaso no es ésta una imagen de la vida humana, y particularmente de nuestra vida de sacerdotes? Necesitamos el sol y la lluvia, la serenidad y la dificultad, las fases de purificación y prueba, y también los tiempos de camino alegre con el Evangelio. Volviendo la mirada atrás, podemos dar gracias a Dios por ambas cosas: por las dificultades y por las alegrías, por las horas oscuras y por aquellas felices. En las dos reconocemos la constante presencia de su amor, que nos lleva y nos sostiene siempre de nuevo.
Ahora, sin embargo, debemos preguntarnos: ¿Qué clase de fruto es el que espera el Señor de nosotros? El vino es imagen del amor: éste es el verdadero fruto que permanece, el que Dios quiere de nosotros. Pero no olvidemos que, en el Antiguo Testamento, el vino que se espera de la uva selecta es sobre todo imagen de la justicia, que se desarrolla en una existencia vivida según la ley de Dios. Y no digamos que esta es una visión veterotestamentaria ya superada: no, ella sigue siendo siempre verdadera. El auténtico contenido de la Ley, su summa, es el amor a Dios y al prójimo. Este doble amor, sin embargo, no es simplemente algo dulce. Conlleva en sí la carga de la paciencia, de la humildad, de la maduración de nuestra voluntad en la formación e identificación con la voluntad de Dios, la voluntad de Jesucristo, el Amigo. Sólo así, en el hacerse todo nuestro ser verdadero y recto, también el amor es verdadero; sólo así es un fruto maduro. Su exigencia intrínseca, la fidelidad a Cristo y a su Iglesia, requiere que se cumpla siempre también en el sufrimiento. Precisamente de este modo, crece la verdadera alegría. En el fondo, la esencia del amor, del verdadero fruto, se corresponde con las palabras sobre el ponerse en camino, sobre el salir: amor significa abandonarse, entregarse; lleva en sí el signo de la cruz. En este contexto, Gregorio Magno decía una vez: Si tendéis hacia Dios, tened cuidado de no alcanzarlo solos (cf. H Ev 1,6,6: PL 76, 1097s); una palabra que nosotros, como sacerdotes, hemos de tener presente íntimamente cada día.
Queridos amigos, quizás me he entretenido demasiado con la memoria íntima sobre los sesenta años de mi ministerio sacerdotal. Es hora de pensar en lo que es propio de este momento.
En la solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, dirijo ante todo mi más cordial saludo al Patriarca Ecuménico Bartolomé I y a la Delegación que ha enviado, y a la que agradezco vivamente su grata visita en la gozosa ocasión de los Santos Apóstoles Patronos de Roma. Saludo cordialmente también a los Señores Cardenales, a los Hermanos en el Episcopado, a los Señores Embajadores y a las Autoridades civiles, así como a los sacerdotes, a mis compañeros de Primera Misa, a los religiosos y fieles laicos. Agradezco a todos su presencia y su oración.
A los Arzobispos Metropolitanos nombrados desde la última Fiesta de los grandes Apóstoles, les será impuesto ahora el palio. ¿Qué significa? Nos puede recordar ante todo el suave yugo de Cristo que se nos pone sobre los hombros (cf. Mt 11,29s). El yugo de Cristo es idéntico a su amistad. Es un yugo de amistad y, por tanto, un «yugo suave», pero precisamente por eso es también un yugo que exige y que plasma. Es el yugo de su voluntad, que es una voluntad de verdad y amor. Así, es también para nosotros sobre todo el yugo de introducir a otros en la amistad con Cristo y de estar a disposición de los demás, de cuidar de ellos como Pastores. Con esto hemos llegado a un nuevo significado del palio: está tejido con la lana de corderos que son bendecidos en la fiesta de santa Inés. Nos recuerda de este modo al Pastor que se ha convertido Él mismo en cordero por amor nuestro. Nos recuerda a Cristo que se ha encaminado por las montañas y los desiertos en los que su cordero, la humanidad, se había extraviado. Nos recuerda a Él, que ha tomado el cordero, la humanidad – a mí – sobre sus hombros, para llevarme de nuevo a casa. De este modo, nos recuerda que, como Pastores a su servicio, también nosotros hemos de llevar a los otros, cargándolos, por así decir, sobre nuestros hombros y llevarlos a Cristo. Nos recuerda que podemos ser Pastores de su rebaño, que sigue siendo siempre suyo, y no se convierte en el nuestro. Por fin, el palio significa muy concretamente también la comunión de los Pastores de la Iglesia con Pedro y con sus sucesores; significa que tenemos que ser Pastores para la unidad y en la unidad, y que sólo en la unidad de la cual Pedro es símbolo, guiamos realmente hacia Cristo.
Sesenta años de ministerio sacerdotal. Queridos amigos, tal vez me he extendido demasiado en los detalles. Pero en esta hora me he sentido impulsado a mirar a lo que ha caracterizado estas décadas. Me he sentido impulsado a deciros – a todos los sacerdotes y Obispos, así como también a los fieles de la Iglesia – una palabra de esperanza y ánimo; una palabra, madurada en la experiencia, sobre el hecho de que el Señor es bueno. Pero, sobre todo, éste es un momento de gratitud: gratitud al Señor por la amistad que me ha ofrecido y que quiere ofrecer a todos nosotros. Gratitud a las personas que me han formado y acompañado. Y en todo ello se esconde la petición de que un día el Señor, en su bondad, nos acoja y nos haga contemplar su alegría. Amén.
martes, 28 de junio de 2011
lunes, 27 de junio de 2011
domingo, 26 de junio de 2011
ARGUMENTOS JÓVENES (I)
Qué bien hechos están estos vídeos hechos por jóvenes sobre temas actuales. Esta es el tipo de jóvenes por el que tenemos que trabajar. Iré poniendo estos vídeos chulos.
jueves, 23 de junio de 2011
PREPARÁNDONOS PARA JMJ 2011
La Comisión de nuestra parroquia está trabajando a pleno pulmón para acoger a los 45 sirios que nos vienen en los días previos a la JMJ 2.011. No solo las familias los acogen, sino que después la parroquia está elaborando un programa de actividades para ellos y para nuestros jóvenes. Como se está haciendo con mucha ilusión y entusiasmo, todo saldrá muy bien.
miércoles, 22 de junio de 2011
MEMENTO
Ayer me comunicó el actual párroco de Helechosa de los Montes, Juan Luis Novillo, el fallecimiento de Laura Bermejo, una gran colaboradora de esa Parroquia.
Laura no me recibió con mucho entusiasmo cuando allí fui destinado. Quizá porque era muy amiga de la hermana del anterior párroco que llevaba alli 25 años viviendo, y me veía como el que los "echaba de Helechosa". Cuando estaba dando los primeros pasos pastorales me solía decir que aquella parroquia era pequeña y rural para lo que quería hacer. Y yo la preguntaba con cariño si es que las parroquias pequeñas y rurales no tenían derecho a celebrar la liturgia con dignidad y devoción, si en esas parroquias no se debía cuidar la catequesis ni hacer teatrillos con los niños ni formar a las catequistas, si en ellas no se debía confesar ni hacer un coro parroquial. Las espadas durante un pequeño tiempo estuvieron alzadas y no encontré en ella demasiado apoyo. Sin embargo, poco a poco, su semblante fue cambiando y de cara agria de pocos amigos pasó a tener cierta sonrisa y a colaborar lealmente.
Cuando fui trasladado de parroquia me buscó afanosamente y me refirió la conversación que tuvimos tiempo atrás. Y me dijo: aunque solo tenga usted 27 años he de darle la razón. También nosotros tenemos derecho a celebrar la Misa y vivirla y oir predicaciones y buena formación, y cantar.... Con mis visitas posteriores a Helechosa me decía muchas veces del camino que había abierto tan difícil entonces, pero tan seguro y fácil para los demás, los que por alli han ido pasando.
Ya se habrá encontrado en el cielo con Manola y Paula, que me contaban cómo Laura había ido cambiando en su visión de las cosas. Y como en el cielo se llega a la plenitud del amor todo será armonía y felicidad sin limite. Que recen desde allí por nosotros que seguimos caminando hacia la Patria esperada, para que en su Parroquia querida haya sucesores y sucesoras suyas que sigan apoyando y ayudando a los párrocos que por alli vayan pasando. En el "memento" de la Misa la tendré siempre presente.
lunes, 20 de junio de 2011
NOTA BENE
En la homilía de ayer, domingo de la Santísima Trinidad, hablé de una canción de Los Secretos, "soy como dos" al desmontar la idea marxista y atea que Dios es una proyección del hombre que le crea a su imagen y semejanza. Como hay algunos que no conocen ni el grupo ni la canción....aquí está.
domingo, 19 de junio de 2011
TRINIDAD SANTA: AMOR PURO
I.- La vida cristiana se desarrolla con el signo y con la presencia de la Santísima Trinidad. Comenzando nuestra vida fuimos bautizados en Su nombre y en el final, si tenemos la gracia de morir cristianamente a nuestra cabezal se nos recitarán estas palabras: Sal, alma cristiana de este mundo en el nombre del Padre que te ha creado; del Hijo que te ha redimido; y del Espíritu Santo que te ha santificado.
Y entre esos momentos extremos, hay otros “de paso” que para un cristiano están todos marcados por la invocación de la Trinidad. Es en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo por el que los esposos se unen en matrimonio y se intercambian el anillo esponsal, y los sacerdotes vienen consagrados por el obispo. El Sacramento de los Sacramentos, la Eucaristía, es comenzada en el nombre de la Trinidad Beatísima, continuamente invocada en las oraciones y somos bendecidos en su nombre. Antes, se iniciaban los contratos, las sentencias, cada acto importante de la vida civil y religiosa en el nombre de la Santísima trinidad. Nuestra primera constitución, la de 1812, la llamada “la pepa”, comienza invocándola. La Trinidad es el seno, en el que hemos sido concebidos y también el puerto final, hacia el que todos vamos navegando: es el océano de paz, del que todo surge y al que todo retorna. Como vemos, no es verdad que la Trinidad sea un misterio remoto, irrelevante para la vida de cada día. Al contrario, estas son las Tres Personas, que nos son o están más íntimas en la vida, pues moran en nosotros al ser su tempo por el bautismo.
II.- ¿Por qué los cristianos creemos en un solo Dios, en Trinidad de Personas? En pocos minutos es imposible impartir una materia que el seminario dedicábamos un curso entero y que el profesor al terminarla nos decía que hubiera necesitado más tiempo… Pero si me seguís con un poco de atención os explicaré en qué consiste la Trinidad que Jesús nos ha enseñado. Dice la Biblia que Dios es Amor. Es claro que si es Amor debe amar a alguien. No hay un amor sobre el vacío o no dirigido a alguien. ¿A quién ama dios para ser definido como Amor? Una primera respuesta podría ser “ama al ser humano”. Pero los hombres sabemos que existimos hace algunos millones de años. Antes de nosotros, ¿a quién amaba Dios? No puede haber comenzado a ser amor en un cierto momento del tiempo, porque Dios no puede cambiar. Entonces amaba el cosmos. Pero el universo existe desde hace algunos miles de millones de años. Y antes, ¿a quién amaba Dios para poderse definir “amor”? Tampoco podemos decir que se amaba a sí mismo, porque amarse a sí mismo no es amor sino egoísmo o como dicen los psicólogos “narcisismo”. La respuesta que hace la revelación cristiana y que ha desarrollado la Iglesia es esta: Dios es Amor en sí mismo, antes del tiempo, porque desde siempre tiene en sí mismo a un Hijo que es el Verbo, al que ama con un amor infinito, y esto es el Espíritu Santo. Luego la teología se ha servido del término “naturaleza” para iniciar la unidad en Dios y del término “persona” para indicar la distinción entre Ellas.
III.-Descendamos ahora a una consideración más práctica, si queréis. La Trinidad es el modelo de cada comunidad cristiana, de la más sencilla y elemental, quee s la familia, hasta la Iglesia Universal. Si leemos con atención el Nuevo Testamento en donde la Trinidad se nos ha mostrado, notamos una regla en su actuación: cada una de las tres Personas Divinas no habla de sí sino de la otra, no llama la atención sobre sí misma sino sobre la otra. Y así, cuando Dios Padre habla es para revelar algo del Hijo. Jesús no hace más que hablar del Padre. El Espíritu Santo nos enseña a llamar a Dios “abbá”, Padre y a Jesús el Señor, el Cristo. Intentemos pensar cómo reproducir este estilo divino trinitario a la vida familiar; el padre, que no se preocupa tanto en afirmar su autoridad, como la de la madre. La madre, que antes de enseñar su hijo a decir “mamá”, le enseña a decir papá.¡ Es la ley del amor!
La misma Virgen María muestra haberlo asimilado a la perfección pues cuando el Niño Jesús se queda perdido en el templo de Jerusalén y cuando por fin le encuentran, pregunta a Jesús: “Mira, tu padre y yo te buscábamos angustiados”, poniendo la angustia del padre adoptivo, san José, antes que la suya propia. Puede parecer una cosa muy insignificante, pero ¡cómo cambiaría nuestras familias, nuestras parroquias, nuestra Legión de María si reflejáramos el estilo de unidad y de respeto sano de la diversidad! Si la Iglesia es reflejo de la Trinidad, Legión de María que es parte de ella, ha de ser también reflejo de la santísima Trinidad, en la que se viva este amor que hace olvidarse de uno mismo, en donde cada legionario sea una especie de san Juan Bautista y que como él diga y encarne lo que él mismo predicó: conviene que él crezca y que yo mengüe, en donde la caridad sea el motor de convivencia, en donde no se quiera imponer el propio criterio por el mero hecho de serlo, sino donde el respeto del otro con caridad verdadera y no fingida sea el norte a seguir. Si lo hiciéramos así, nuestra legión sería de verdad un pequeño paraíso y por ser así seríamos un auténtico imán para otros que desean vivir más profundamente la fe de la mano de María Inmaculada.
Como veis, la fe en la Santísima Trinidad, no es sólo un conocimiento intelectual, sino que nos ha de mover a vivir con su estilo, ya que en nosotros inhabitan las Tres Divinas Personas.
Allocutio en el Comitium Nuestra Señora del Sagrario de Toledo
Allocutio en el Comitium Nuestra Señora del Sagrario de Toledo
sábado, 18 de junio de 2011
DUDAS
"Algo huele mal en Estocolmo". Así empieza Hamlet, la obra de Shakerpeare.
Lo mismo podemos decir del movimiento de los "indignados" que el domingo ha convocado unas manifestaciones que confluirán en el Congreso de los Diputados. Están indignados porque no tienen trabajo, porque muchos de ellos están pagando unas altas hipotecas gracias al llamado colchón familiar, esto es, las ayudas de sus padres o familiares que están acabando, porque el ritmo de vida que se llevaba ya no se puede seguir. Todo ello gracias a un gobierno que no vió la crisis venir ni puso remedios ante tantos avisos que se les daba porque "su ideología no se lo permitía".
Pero, aquí está el olor pútrido: no se manifiestan en las puertas de las sedes del psoe, ni van a la Moncloa donde vive el presidente del gobierno español, sino que están en contra de todos los partidos políticos que dicen, no les representan. Van a la puerta de los parlamentos regionales y obstaculizan su labor o su constitución cuando han sido recientemente votados por una gran mayoría. ¿No huele mal ese movimiento? Si hubiera sido otro partido el gestor pésima de esta crisis...¿saldrían diciendo que es culpa de toda la "clase política"?
Todo huele mal y en el trasfondo de todo hay un antisistema de color rojo que quiere desmontar la democracia, por otra llamada real. Cuando se ponen etiquetas a la democracia, malo. Franco llamó a su sistema democracia orgánica y los comunistas democracia popular, como los hermanos Castro. Huele mal, muy mal en los "indignados", y no se a vosotros, peor a mi ya me están indignando un poco...bastante.
viernes, 17 de junio de 2011
PERROS FLAUTAS
La gracia ya ha acabado. Toda la oleada de simpartía que en un momento dado levantó el movimiento de los "indignados" se ha ido diluyendo como un azucarillo en el café.
Es verdad que se hacía raro que no levantasen voces críticas en estos momentos tan duros que se están pasando en los que no se ve la salida del tunel, pero de eso a lo que está pasando hay un largo trecho.
Se ha dicho que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, y la verdad es que el sistema político español es muy mejorable. La mejor forma de reformar el sistema es desde dentro, no dinamitandolo.
La crisis económica tan grande está haciendo que se hable de nuevo de la regeneración política y económica, como se hizo al final del siglo XX y comienzos del XXI. Pero hay que hacerla respetando al otro, sin invadir espacios públicos que es de todos en favor de unos cuantos, respetando y haciendo cumplir las leyes que nos rigen hasta que éstan sean reformadas. Un gobierno que no actúa mirando las repercusiones políticas negativas que tuviera para el grupo político que le sostiene, no es digno de gobernar.
Los culpables realmente de la crisis económica ha sido la grave crisis moral que estamos teniendo, al carecer de valores humanos y espirituales. Es hora que la Iglesia sea de nuevo la que levante su voz, su estandarte que es la Cruz de nuestro Señor, y presente la regeneración radical que sólo el mensaje evangélico puede dar.
Los valores de los "perros flautas" como estamos viendo, el libertinaje, el sin respeto ajeno, el ser antisistema, el querer vivir pero sin esfuerzo, no nos llevan a ningun progreso real, sino a las cuevas de Altamira.
miércoles, 15 de junio de 2011
PARA EL OCIO
Se ha publicado recientemente una nueva novela de la Agatha Christie actual, la novelista sueca Camila Lackberg, en la editorial Maeva con el título "Las huellas imborrables". Es muy recomendable por su trama y cómo es capaz de hacer un estudio psicológico de todos sus personajes.
Uno de mis grupos musicales preferidos, quizá porque son de mi gereración -más o menos- OBK ha editado un nuevo cd con motivo de su 2o aniversario, haciendo versiones de sus éxitos más rotundos, con su influencia clarísima del Depeche Mode.En sus letras hay una gran preocupación por lo trascendente, aunque sus resoluciones filosóficas y morales no sean de lo más acertado. Sin embargo es muy recomendable también.
LA NUEVA VOZ
Frank Sinatra ha pasado a la historia con el apelativo "la voz" por su elegancia, por su estilo, por el timbre hermoso de su garganta. Sin duda, la "nueva voz" y que es un digno heredero del "mafioso" yanky es Michael Bublé, al que mi hermano le llama, cuando me le escucha, Miguel Chiclé.
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