domingo, 19 de junio de 2011

TRINIDAD SANTA: AMOR PURO

I.- La vida cristiana se desarrolla con el signo y con la presencia de la Santísima Trinidad. Comenzando nuestra vida fuimos bautizados en Su nombre y en el final, si tenemos la gracia de morir cristianamente a nuestra cabezal se nos recitarán estas palabras: Sal, alma cristiana de este mundo en el nombre del Padre que te ha creado; del Hijo que te ha redimido; y del Espíritu Santo que te ha santificado.

Y entre esos momentos extremos, hay otros “de paso” que para un cristiano están todos marcados por la invocación de la Trinidad. Es en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo por el que los esposos se unen en matrimonio y se intercambian el anillo esponsal, y los sacerdotes vienen consagrados por el obispo. El Sacramento de los Sacramentos, la Eucaristía, es comenzada en el nombre de la Trinidad Beatísima, continuamente invocada en las oraciones y somos bendecidos en su nombre. Antes, se iniciaban los contratos, las sentencias, cada acto importante de la vida civil y religiosa en el nombre de la Santísima trinidad. Nuestra primera constitución, la de 1812, la llamada “la pepa”, comienza invocándola. La Trinidad es el seno, en el que hemos sido concebidos y también el puerto final, hacia el que todos vamos navegando: es el océano de paz, del que todo surge y al que todo retorna. Como vemos, no es verdad que la Trinidad sea un misterio remoto, irrelevante para la vida de cada día. Al contrario, estas son las Tres Personas, que nos son o están más íntimas en la vida, pues moran en nosotros al ser su tempo por el bautismo.

II.- ¿Por qué los cristianos creemos en un solo Dios, en Trinidad de Personas? En pocos minutos es imposible impartir una materia que el seminario dedicábamos un curso entero y que el profesor al terminarla nos decía que hubiera necesitado más tiempo… Pero si me seguís con un poco de atención os explicaré en qué consiste la Trinidad que Jesús nos ha enseñado. Dice la Biblia que Dios es Amor. Es claro que si es Amor debe amar a alguien. No hay un amor sobre el vacío o no dirigido a alguien. ¿A quién ama dios para ser definido como Amor? Una primera respuesta podría ser “ama al ser humano”. Pero los hombres sabemos que existimos hace algunos millones de años. Antes de nosotros, ¿a quién amaba Dios? No puede haber comenzado a ser amor en un cierto momento del tiempo, porque Dios no puede cambiar. Entonces amaba el cosmos. Pero el universo existe desde hace algunos miles de millones de años. Y antes, ¿a quién amaba Dios para poderse definir “amor”? Tampoco podemos decir que se amaba a sí mismo, porque amarse a sí mismo no es amor sino egoísmo o como dicen los psicólogos “narcisismo”. La respuesta que hace la revelación cristiana y que ha desarrollado la Iglesia es esta: Dios es Amor en sí mismo, antes del tiempo, porque desde siempre tiene en sí mismo a un Hijo que es el Verbo, al que ama con un amor infinito, y esto es el Espíritu Santo. Luego la teología se ha servido del término “naturaleza” para iniciar la unidad en Dios y del término “persona” para indicar la distinción entre Ellas.

III.-Descendamos ahora a una consideración más práctica, si queréis. La Trinidad es el modelo de cada comunidad cristiana, de la más sencilla y elemental, quee s la familia, hasta la Iglesia Universal. Si leemos con atención el Nuevo Testamento en donde la Trinidad se nos ha mostrado, notamos una regla en su actuación: cada una de las tres Personas Divinas no habla de sí sino de la otra, no llama la atención sobre sí misma sino sobre la otra. Y así, cuando Dios Padre habla es para revelar algo del Hijo. Jesús no hace más que hablar del Padre. El Espíritu Santo nos enseña a llamar a Dios “abbá”, Padre y a Jesús el Señor, el Cristo. Intentemos pensar cómo reproducir este estilo divino trinitario a la vida familiar; el padre, que no se preocupa tanto en afirmar su autoridad, como la de la madre. La madre, que antes de enseñar su hijo a decir “mamá”, le enseña a decir papá.¡ Es la ley del amor!

La misma Virgen María muestra haberlo asimilado a la perfección pues cuando el Niño Jesús se queda perdido en el templo de Jerusalén y cuando por fin le encuentran, pregunta a Jesús: “Mira, tu padre y yo te buscábamos angustiados”, poniendo la angustia del padre adoptivo, san José, antes que la suya propia. Puede parecer una cosa muy insignificante, pero ¡cómo cambiaría nuestras familias, nuestras parroquias, nuestra Legión de María si reflejáramos el estilo de unidad y de respeto sano de la diversidad! Si la Iglesia es reflejo de la Trinidad, Legión de María que es parte de ella, ha de ser también reflejo de la santísima Trinidad, en la que se viva este amor que hace olvidarse de uno mismo, en donde cada legionario sea una especie de san Juan Bautista y que como él diga y encarne lo que él mismo predicó: conviene que él crezca y que yo mengüe, en donde la caridad sea el motor de convivencia, en donde no se quiera imponer el propio criterio por el mero hecho de serlo, sino donde el respeto del otro con caridad verdadera y no fingida sea el norte a seguir. Si lo hiciéramos así, nuestra legión sería de verdad un pequeño paraíso y por ser así seríamos un auténtico imán para otros que desean vivir más profundamente la fe de la mano de María Inmaculada.
Como veis, la fe en la Santísima Trinidad, no es sólo un conocimiento intelectual, sino que nos ha de mover a vivir con su estilo, ya que en nosotros inhabitan las Tres Divinas Personas.

Allocutio en el Comitium Nuestra Señora del Sagrario de Toledo

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