Laura no me recibió con mucho entusiasmo cuando allí fui destinado. Quizá porque era muy amiga de la hermana del anterior párroco que llevaba alli 25 años viviendo, y me veía como el que los "echaba de Helechosa". Cuando estaba dando los primeros pasos pastorales me solía decir que aquella parroquia era pequeña y rural para lo que quería hacer. Y yo la preguntaba con cariño si es que las parroquias pequeñas y rurales no tenían derecho a celebrar la liturgia con dignidad y devoción, si en esas parroquias no se debía cuidar la catequesis ni hacer teatrillos con los niños ni formar a las catequistas, si en ellas no se debía confesar ni hacer un coro parroquial. Las espadas durante un pequeño tiempo estuvieron alzadas y no encontré en ella demasiado apoyo. Sin embargo, poco a poco, su semblante fue cambiando y de cara agria de pocos amigos pasó a tener cierta sonrisa y a colaborar lealmente.
Cuando fui trasladado de parroquia me buscó afanosamente y me refirió la conversación que tuvimos tiempo atrás. Y me dijo: aunque solo tenga usted 27 años he de darle la razón. También nosotros tenemos derecho a celebrar la Misa y vivirla y oir predicaciones y buena formación, y cantar.... Con mis visitas posteriores a Helechosa me decía muchas veces del camino que había abierto tan difícil entonces, pero tan seguro y fácil para los demás, los que por alli han ido pasando.
Ya se habrá encontrado en el cielo con Manola y Paula, que me contaban cómo Laura había ido cambiando en su visión de las cosas. Y como en el cielo se llega a la plenitud del amor todo será armonía y felicidad sin limite. Que recen desde allí por nosotros que seguimos caminando hacia la Patria esperada, para que en su Parroquia querida haya sucesores y sucesoras suyas que sigan apoyando y ayudando a los párrocos que por alli vayan pasando. En el "memento" de la Misa la tendré siempre presente.
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