jueves, 1 de julio de 2010

CARTA A PEDRO

El estilo que utilizo en esta "carta" es el irónico y el esperpéntico.
Don Justo, como los santos, no se ha preocupado mucho de muchas cosas, pero que a los seminaristas de entonces nos hacía mucha gracias. Quizá solo un semiarista de mi tiempo pueda comprenderla del todo.

Amigo Pedro:


Tu e-mail que me mandaste el otro día me ha recordado esas sobremesas en el seminario, cuando paseábamos por el campo de deporte mientras que unos aventureos hacían deporte con la comida casi en la boca y en plena digestión. Y un don Justo con la rebeca rota en los codos, o con una letra grande en rojo A, porque quería mentenerse joven, o con esas camisas de picos grises que casi le llegaban a los sobacos. Con sus libros reciclados de tantas citas de otros :"Hablando del papa Marcelo" o mirando a "La Polar que es lo que importa".


Me vino al recuerdo las memorables tardes de la merienda mientras le veíamos andar intentando arreglar cosas de la convivencia , pero que en vez de hacerlo las arreciaba más si cabe. Se comportaba - con buena intención, eso sí- como un bombero intentando apagar fuego con gasolina. ¿Cómo no recordar las charlas de los miércoles en los que desplegaba su prosa más florida poniéndonos ejemplos luminosos de los santos al hilo del ciclo litúrgico? O sus Misas en las que la ropa sagrada le hacía moverse dentro de ella como "haciéndole daño" o rascándole, como cuando no se ha usado suavizante en el lavado de la ropa. Cómo no recordar las fotos que enseñaba orgullosamente, con esa sonrisa que mostaba su diente de oro, en las que aparecía con sus hermanos sacerdotes y los Papas...menos con Juan Pablo I que como duró poco...decía. Cómo no recordar su lección inaugural de un curso académico en el que apareció, ante el asombro de todos, con un "super-pectus" y con camisa blanca con puños en la que el difunto don Marcelo le llamó la atención por al rapidez de su disertación, y cómo temblaba ante la presencia del Primado de entonces con ese tinte de pelo que se decía que era el sobrante de la mujer de Manolo, el portero. Cómo no recordar la portada falsa del New York Times amarillenta y enmarcada, en la que se decía que la ciudad de Nueva York daba la bienvenida a los hermanos Lópe Melús. Si esto hubera sido así, su presencia en la ciudad de los rascacielos hubera sido más letal que el avión de las torres gemelas.


¿Cómo no recordar las direcciones espirituales ya particuliares y su "alguna cosita de curso, alguna cosita"; o los fuegos fatuos que nos sirvió de entretenimiento unas temporadas...o sus chistes en medio de las pláticas , malos malos, pero que avisaba con mucha antelación de que no nos riésemos cuando lo iba a contar, lo que ocasionaba más risas aún. Pláticas escritas en hojas amarillentas y con la máquina de escribir del general Mola.


Y la llamada "cena de Navidad" en la que era el centro de todas las parodias y que él miraba aparentemente sin comprender mientras que preguntaba a alguno: ¿quién es ese, quién es ese?


Era, salvando las distancias y con todo el cariño y respeto, una especie de Steve Urkel, del de "cosas de casa", cogiendo las monerías de mazapán sobrante para llevárselo a sus sobrinos en Zaragoza. Todo un personaje.


Y sigue y sigue, como lo demuestra la foto que me has mandado y que me has dicho que tomaste de la televisión. Don Justo marchó a México, a un Templo de Expiación, que rigen allí los Operarios. ¿Seguirá ejerciendo de imán de todas las miradas y sucesos?


Gracias, Pedro, por la foto y el e-mail. He recordado y me reído un montón mientras escribía esta carta. No se si don Justo tendrá un cuadro en el desván como Dorian Gray. Pero esta como siempre.


Un abrazo, amigo. Recuerda que cuando seas Obispo de esas tierras bolivarianas has de enchufarme en algo, que si no....


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