
El año litúrgico hace que estemos siempre con el corazón de mudanza, siempre en camino.
Nos están robando la Navidad. No exagero. Mirando ya los adornos de las calles que se están colocando vemos estrellas, renos, palabras inconexas con mensajes poco navideños y escucharemos “villancicos blancos” sin ninguna referencia al nacimiento del Señor…
La Legión de María, el legionario, ha de estar siempre en la vanguardia y evangelizar estos días que se avecinan. Para ello os ofrezco algunas ideas que nos pueden ayudar a vivirlos mejor:
1. Hemos de volver a vivir inmersos en el “estupor”. Quizá los años nos pueden hacer caer en el costumbrismo y no asombrarnos que “Cristo, el Señor, sin dejar la gloria del Padre se hace presente entre nosotros de un modo nuevo: el que era invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar la nuestra; el eterno, engendrado antes del tiempo, comparte nuestra vida temporal para asumir en sí todo lo creado(…) y llamar de nuevo al reino de los cielos al hombre sumergido en el pecado”. (Prefacio de Navidad II)
2. De la mano de la “llena de Gracia” hemos de adorar estos días al Enmanuel descubriendo que poca cosa no hemos de ser a los ojos de Dios cuando Él mismo ha optado por nosotros, y vivir entonces inmersos en la alegría que Ella vivió al saberse mirada en su humildad: se admira porque concibió virgen, se alegra porque alumbró al Redentor (del Prefacio de la Misa “Santa María, Madre de Dios”).
(continuará)
1.- El ateísmo no es un movimiento nuevo. Bien podemos decir que siempre ha existido. Este rechazo de la existencia de Dios ha perseguido al hombre de todo tiempo. Lo que sí realmente es novedoso en los ateos de nuestro tiempo es ver al Dios bíblico, al mismo Jesucristo, como alguien que lejos de dar la plenitud al ser humano, lo que hace es mermar sus capacidades de ser realmente feliz y pleno. Pretendo en las allocutios de este año ir descubriendo las novedades que ha aportado Jesucristo con su mensaje al mundo y que lejos de esclavizar al hombre, lo que hace es darle realmente alas que le hacen completamente libre viviendo de otra manera el hoy y ahora.
2.- Siguiendo el año litúrgico que estamos a punto de acabar vamos a descubrir una primera novedad: La inmortalidad del alma. Los paganos tenían cierto trato con las divinidades que él había inventado con la idea de conseguir beneficios en las guerras, en el amor, en las cosechas, en la salud… Sin embargo el Dios de la Biblia nos enseña que el ser humano está dotado de “algo” que le hace ser “imagen y semejanza” del Creador. Esta imagen y semejanza hace que sea capaz de poner nombres a las cosas creadas, que sea capaz de hablar cara a cara con su Creador, que sea libre de sus instintos en comparación de los demás seres creados, un algo que le hace capaz de admirar la creación. Ese “algo” es lo que metafóricamente el Creador insufló en el cuerpo aún sin vida del primer hombre y que desde entonces hizo que tuviera vida y fuera capaz de sembrar y dominar la creación entera: el alma. Y será Jesucristo el que nos enseñe su inmortalidad. Lo que el hombre atisbaba en su conciencia, donde está la primera huella y eco de Dios en nuestra vida, ahora se encuentra certificado por su predicación. Y nos habla de vida o castigo eterno, dependiendo de la aceptación de Jesucristo o no, de la vida del más allá en el mismo momento de la muerte, “hoy estarás conmigo en el paraíso”.
3.- Creer la inmortalidad del alma, hace que nuestro horizonte vital se amplíe totalmente. Las filosofías o políticas que quieren ahogar la inmortalidad del alma, pretenden en el fondo manipular al hombre para que vea que solo en el aquí y ahora el hombre puede alcanzar la felicidad, orientando sus fuerzas en su conquista. Una promesa que arrastra en unos años a los hombres pero que después, a la fuerza de no conseguirlo, hunde al ser humano en la angustia más profunda. La inmortalidad del alma sin embargo hace que estas mismas filosofías y políticas de este mundo no puedan manipular al hombre ni amargar con sus espejismos, sino lo que nos hace es impulsar a construir un mundo mejor, pero sin olvidar que la felicidad plena solo la encontraremos en el cielo. Sabernos inmortales ha de hacernos también distanciarnos de las cosas del mundo que nos rodea y utilizarlas no como un fin en sí mismas, sino como un mero medio que Dios ha puesto en nuestro alcance para nuestro desarrollo y mejor vida aquí. Saber de nuestra inmortalidad nos ayuda de la misma manera a conocer la importancia de nuestros mismos actos y sus repercusiones en el futuro con Dios, lo que nos moverá a ir aspirando a mejorar en virtudes.
4.- Un horizonte cerrado en el que desaparezca la inmortalidad del alma hará siempre el hombre esclavo de las modas de cada momento, de las ideologías que pretenden tener al hombre como mera marioneta, mientras que al saber nuestra inmortalidad nos hace plenamente libres sin privarnos de la obligación de edificar el mundo más justo y avanzado.
5.-La que vivió su vida orientada solo a Dios, la Santísima Virgen María, nos enseña cómo ser plenamente felices en el día a día, sabiendo que estamos orientados a la eternidad por tener la inmortalidad del alma.
¿Hay alguna solución en el tema? Sí. Los políticos han de servir al ciudadano y no servirse de él. Ha de hacerle le vida más fácil y no complicársela. No ha de dar la espalda al pueblo del que vive y no crear nuevas estructuras que ellos mismo no quieren, ni envenenar su pensamiento ni su modo de vivir.