No es muy académico, es cierto, pero bien podemos comparar el año o ciclo litúrgico con un tornillo. Todos sabemos que éstos son circulares y que si los vamos girando oportunamente se van introduciendo poco a poco la madera, en un taco en la pared....
El ciclo litúrgico también es circular comenzando desde el Adviento, siguiendo con la Navidad, con la preparación a la Pascua, su misma celebración, y así el resto del año trufado con las fiestas de la Virgen Santísima y de los santos. Y así año tras año. Todo girando y también, como ese tornillo con el que estamos comparando, nos va introduciendo poco a poco en el Corazón de Cristo, nos hace que vayamos conociendo día a día al Señor. Por eso nunca nos debemos desanimar al creer que seguimos en el mismo sitio, que no avanzamos en nuestro seguimiento a Jesús. Eso no es cierto. El año litúrgico hace que ahondemos en Jesucristo.
Es una maravilla que nos ha de seguir sorprendiendo.
Bendito tornillo este.
El año litúrgico hace que estemos siempre con el corazón de mudanza, siempre en camino.
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