Oh Dios, que en tu providencia estableciste
que la Madre permaneciera fiel
junto a la Cruz de tu hijo,
para dar cumplimiento a las antiguas figuras,
y ofrecer un ejemplo nuevo de fortaleza.
Ella es la Virgen Santa
que resplandece como nueva Eva,
para que así como una mujer contribuyó a la muerte
así también la mujer contribuyera a la vida.
Ella es el modelo de la Iglesia Esposa que,
como Virgen intrépida,
sin temer a las amenzas
ni quebrantarse en las persecuciones,
guarda íntegra la fidelidad prometida al Esposo.
Ella, que por obra del Espíritu Santo
fue Madre de Cristo,
por un nuevo don de tu bondad compartió su pasión,
y los dolores que no sufrió al darlo a luz,
los padeció, inmensos, al hacernos renacer en ti.
Concédenos, a quienes en esta noche
hemos acompañado la Cruz de Cristo,
vivir como testigos de tu amor,
plenamente manifestado en este signo
que une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino.
Te lo pedimos por Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro, que, al extender sus brazos en la Cruz,
trazó el signo indeleble de tu alianza,
y vive y reina por los siglos de los siglos.
De la Liturgia Hispana
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