La Legión de María ha hecho grandes cosas en nosotros: nos ha metido hasta lo más profundo de la Iglesia y nos ha hecho descubrir que nuestra vocación es una vocación al apostolado, que no somos unos agregados o unos paracaidistas solitarios, sino que participamos de la misión de toda la Iglesia que es una vocación de por si misionera. La Legión nos enseña que nuestros trabajos semanales han de tener un fuerte sabor apostólico, llegando así a donde nadie llega, siendo así la avanzadilla de la Iglesia. Pero también la Legión nos va enseñando que estos trabajos han de estar fuertemente inundados por la gracia, que la oración es el alma de nuestro apostolado. Cuántas veces hemos pensado y meditado que sin una fuerte vida espiritual nuestras labores dan un fruto mediocre. Por eso se nos insiste tanto en sacar todo el jugo espiritual a la liturgia de las horas, y no digamos nada de la Misa diaria vivida con unción en todas sus fases con las actitudes de nuestra Señora.
La Legión, por tanto, nos enseña bien enseñado a “meternos en la masa” del mundo haciendo así posible que el reinado de Jesucristo se vaya dilatando y entendiendo. Estas actitudes no solo han de ser a la hora de hacer nuestros trabajos apostólicos, aunque ya es mucho. El estar “metidos en el mundo” ha de ser una tónica general de nuestra vida. Y no solo cuando nos toca votar cada cierto tiempo. Compartiendo con las personas de nuestro entorno los sufrimientos y alegrías. La Encarnación del Señor nos lo hace saber así: no hay asunto que ya no sea plenamente humano que no sea objeto de la mirada humana, que tenga que ser rechazada. El legionario de María no ha de inhibirse de los asuntos diarios, ni ser disciplente en ellos. Comprometidos en donde estemos.
Recordemos el Evangelio de la Liturgia de este último domingo del tiempo ordinario, Solemnidad de Cristo Rey. Lo que hagamos o dejemos de hacer al prójimo se lo hacemos al mismo Jesús. Como está escondido el Señor bajo la apariencia de pan y vino en la Eucaristía, así también está escondido bajo la apariencia humana del compañero de trabajo, del vecino, de la esposa o esposo, del amigo, incluso…del político. Y si al Señor le rodemos en el Sagrario o en el culto con lo más estético y valioso, de la misma forma lo hemos de hacer con el otro. Qué “fácil” es poder hacer una genuflexión ante el Señor Eucaristía, pero, ¡cuánto nos cuesta hacerlo con su presencia escondida en al prójimo!
La Virgen nos ayuda con su ejemplo cómo hacerlo. El legionario ha der ser la prolongación de su acción hace el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. La delicadeza que usó la Madre con Jesucristo lo desea seguir haciendo con los que formamos parte de él por el Bautismo. Y quiere usar nuestras manos, nuestras palabras, nuestro corazón para hacerlo.
ALLOCUTIO del mes de noviembre en el Comitium Nuestra Señora del Sagrario de TOLEDO
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