miércoles, 23 de noviembre de 2011

RESPIRAR DEMOCRACIA (III)


     1.2. LA EDAD MEDIA Y MODERNA. Durante toda la Edad Media y Moderna la democracia no existe. El poder lo tiene en exclusividad el rey y su sociedad está estratificada de tal forma que no hay justicia social, ni posibilidad aparente de superación del sistema.

     En 1688, la denominada “Gloriosa Revolución” en Gran Bretaña, puso en marcha el proceso institucional que desembocará en la democracia contemporánea. Allí se planteará un régimen mixto, que recuerda al romano: la Corona, la aristocracia (cámara de los lores) y democrática (cámara elegida por censo restringido que llegaría hasta el universal). Este modelo se fue abriendo con paso lento a lo largo y ancho de los países europeos durante el siglo XVIII, superando progresivamente las Monarquías absolutas.

     1.3. EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO. Durante el siglo XVIII algunos pensadores como Rousseau, Voltaire  y Montesquieu reflexionan sobre la sociedad feudal e intentan cambiarla. Empiezan a hablar de la necesidad de la separación de poderes criticando la nula participación del pueblo en su forma de gobierno, de las injusticias sociales y de la falta de cultura en las clases más desfavorecidas que les incapacitaba para realizar una transformación real de la sociedad. Rousseau afirma que el poder no es del rey sino del pueblo donde reside la soberanía debiendo elegir a un parlamento que lo represente. El sistema político podría ser el republicano o la monarquía parlamentaria. Montesquieu enseñará que el poder no es único sino que se divide en tres: Legislativo que elabora las leyes en el parlamento, el judicial que las aplica independientemente y el ejecutivo que gobierna controlado por el parlamento al que ha de rendir cuentas de su hacer. Vemos, pues, el enorme peso que tuvieron sus reflexiones para el funcionamiento posterior de las democracias mundiales.

     En Francia eligen el camino ateniense puro, suprimiendo violentamente la Corona y la aristocracia, y elevando al parlamento representativo al modo de la asamblea ateniense. Sin embargo, dado la violencia y la arbitrariedad sin control que se vivió –un régimen de terror- , se hubo de mirar al sistema inglés que tan buenos resultados estaba dando.

     Durante el siglo XIX los obreros no pueden participar en política, al hacer depender de las rentas el derecho al voto, y las mujeres aún no tienen derecho a la participación política.

     Todo esto se va a ir solucionando durante el siglo XX: los obreros se irán organizando políticamente y concurriendo a las elecciones; las mujeres podrán ejercer su derecho al voto y ser elegidas; se generalizarán los derechos humanos. Hay unas olas autoritarias en Europa y América Hispana, que serán barridas literalmente por unos maremotos democráticos, conviviendo con democracias populares, como así se hacen llamar las dictaduras comunistas, o con democracias orgánicas, como se autodenominan las de extrema derecha.

     1.4. EN ESPAÑA. En nuestra Nación la Monarquía Absoluta va pasando, no sin dificultades, a una de corte liberal que nace de la constitución de 1812. Los distintos pronunciamientos militares van marcando el avance o retroceso de libertades y de avance social. Podemos decir que el sistema liberal de la restauración desde Alfonso XII, imperfecto, es el inicio de un proceso democratizador al modo inglés que debería haber evolucionado lógica y pacíficamente, como en tantos otros países, hacia una democracia representativa y universal Sin embargo, la “dictablanda” de Primo de Rivera, que es aplaudida inicialmente por todos los sectores de la sociedad, al intentar perpetuarse, supuso un alejamiento de la clase política y cultural de la Corona. Durante este tiempo hubo intentos de crear en España una “democracia cristiana” al modo del Zentrum alemán en tiempos del Cardenal Segura, figura emblemática del reformismo católico español de la Restauración. No estaba la fruta madura, lamentablemente, como se verá en los resultados de las elecciones constituyentes de 1931. En vano fueron los intentos reales de retornar a la Constitución de 1876 y de comenzar reformas que llevasen a una democracia al modo europeo. La II República, a la caída del sistema de la Restauración, fue un total fracaso al nacer viciada, fruto de unos resultados electorales que inicialmente apoyaban a la Monarquía y sin haber sido plebiscitada de ninguna manera. Se ha dicho, con toda la razón, que la II república no tuvo realmente republicanos y que se elaboró una Constitución llena de defectos como reconoce el que fuera su primer presidente Alcalá Zamora[1], en la que media España no se sentía representada, sino atacada. Fruto de las incomprensiones, del deseo de hacer desaparecer al oponente visto como un enemigo al que eliminar, se produjo la última guerra civil en España. El sistema político que surge del 18 de julio se le llamó democracia orgánica, por presión de los aliados que querían en España una democracia coronada, en la que la familia, el municipio y los sindicatos estuvieron representados en Cortes. A la muerte del general Franco en 1975 y de la ley a la ley pasando por la ley[2], el sistema democrático nace al amparo de la Corona encarnada por S.M. el rey Juan Carlos I, con una constitución plebiscitada aunque, como se ha visto en su desarrollo posterior, necesariamente perfectible. El movimiento de los “indignados” que ha brotado en 2.011, no nace curiosamente en contra del gobierno sino del sistema, reclamando una “democracia real”. Es verdad que el sistema es perfectible, pues puede consagrar privilegios regionales y ahogar la participación ciudadana. Notamos en este movimiento la falta de ideales profundos que sean capaces de vertebrar el sistema democrático en torno a valores comunes reales.



[1] Niceto Alcalá Zamora
Los defectos de la Constitución de 1931
Cívitas, Madrid 1981
[2] Torcuato Fernández Miranda

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