domingo, 26 de agosto de 2012

LA CONSTANCIA


I.- Seguramente aún están vivos en nuestra retina los recientes juegos olímpicos que se han celebrado en Londres. Nosotros solo hemos visto el espectáculo en si, las ceremonias de entrega de las medallas, las distintas competiciones. Pero detrás de cada deportista hay una historia larga de esfuerzos y sacrificios que han durado 4 años que son las olimpiadas: levantarse temprano, acostarse casi al anochecer, horas de gimnasio, dietas interminables para ir arañando segundos, o adquiriendo más musculación… Seguramente en estos cuatro largos años, en los que parece que la meta está tan lejos, se habrán planteado más de una vez, tirar la toalla, darse por vencidos, al ver cómo los jóvenes de su edad llevan una vida tan distinta a la suya.

II.- San Pablo, que ya conocía los deportes, las competiciones, compara la vida cristiana y su misma vocación con una carrera. De hecho, cuando ve llegar el fin de su vida, exclama: He corrido hasta la meta. La constancia o la perseverancia es una virtud esencial en cualquier actividad humana en la que se quiere progresar y lo mismo sucede en la vida espiritual. De poco serviría si un buen día un trabajador hiciera un gran esfuerzo, porque en ese momento le apetece, y al día siguiente no hacer nada por la misma motivación. En el terreno espiritual ocurre lo mismo: de poco serviría si un buen día el fervor nos lleva a “comernos los santos”, si los días posteriores no hay ninguna continuidad. La perseverancia en la vida espiritual y en el apostolado es fundamental.

III.- Si no fijaos en la misma naturaleza. Las estalactitas que cuelgan de los techos en las cuevas, que parecen columnas, no se han realizado de un día para otro. Una gota día a día, cayendo, se ha ido congelando y se ha unido a la del día anterior, que se unirá a la del día posterior. Y así durante años, lustros, siglos, miles de años incluso. Por eso nos lleva al sombro cuando las vemos o bien en foto o en algún documental, como en vivo y en directo.

IV.- La Legión nos enseña a ser constantes y perseverantes en la vida cristiana y en los planes de apostolado. Cuántas veces ya hemos escuchado en los informes de los praesidia cómo aquella persona alejada, en un principio dura como la roca, se ha ido ablandando gracias  a las visitas de los hermanos legionarios, y poco a poco, como si fuera una piqueta, han ido resquebrajando la dureza que se encontró en un principio. O si somos amigos de las biografías de los santos, hemos constatado, cómo a base de su constancia, de no rendirse, de ser hombres y mujeres esperanzados, han ido creciendo. No se arrugaron en las llamadas “noches oscuras del alma”. Es más, nadie, a no ser el confesor sabía de su frialdad religiosa, pues aparentemente seguían haciendo lo mismo: sus mismas oraciones, su mismo horario, su misma vida de piedad.

La Legión, con su sistema de apostolado, nos ayuda a vivir en la constancia  en la perseverancia pues sabe que así es cómo se hacen los santos de verdad. Al comienzo de este nuevo curso pastoral, aunque para nosotros no lo hay propiamente, valoremos la constancia como virtud fundamental para el crecimiento espiritual y para la planificación de los trabajos apostólicos con el fin que se pretende.

V.- Nunca ha desfallecer el servicio de una organización consagrada a la Virgen Fiel, y que lleva – para honor o vergüenza suya- su bendito Nombre! (Manual 10,5)
 
Allocutio del mes de agosto del Comitium Nuestra Señora del Sagrario-Toledo

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