I.-
Seguramente aún están vivos en nuestra retina los recientes juegos olímpicos
que se han celebrado en Londres. Nosotros solo hemos visto el espectáculo en
si, las ceremonias de entrega de las medallas, las distintas competiciones.
Pero detrás de cada deportista hay una historia larga de esfuerzos y
sacrificios que han durado 4 años que son las olimpiadas: levantarse temprano,
acostarse casi al anochecer, horas de gimnasio, dietas interminables para ir
arañando segundos, o adquiriendo más musculación… Seguramente en estos cuatro
largos años, en los que parece que la meta está tan lejos, se habrán planteado
más de una vez, tirar la toalla, darse por vencidos, al ver cómo los jóvenes de
su edad llevan una vida tan distinta a la suya.
II.-
San Pablo, que ya conocía los deportes, las competiciones, compara la vida
cristiana y su misma vocación con una carrera. De hecho, cuando ve llegar el
fin de su vida, exclama: He corrido hasta la meta. La constancia o la
perseverancia es una virtud esencial en cualquier actividad humana en la que se
quiere progresar y lo mismo sucede en la vida espiritual. De poco serviría si un
buen día un trabajador hiciera un gran esfuerzo, porque en ese momento le
apetece, y al día siguiente no hacer nada por la misma motivación. En el
terreno espiritual ocurre lo mismo: de poco serviría si un buen día el fervor
nos lleva a “comernos los santos”, si los días posteriores no hay ninguna
continuidad. La perseverancia en la vida espiritual y en el apostolado es
fundamental.
III.-
Si no fijaos en la misma naturaleza. Las estalactitas que cuelgan de los techos
en las cuevas, que parecen columnas, no se han realizado de un día para otro.
Una gota día a día, cayendo, se ha ido congelando y se ha unido a la del día
anterior, que se unirá a la del día posterior. Y así durante años, lustros, siglos,
miles de años incluso. Por eso nos lleva al sombro cuando las vemos o bien en
foto o en algún documental, como en vivo y en directo.
IV.-
La Legión nos enseña a ser constantes y perseverantes en la vida cristiana y en
los planes de apostolado. Cuántas veces ya hemos escuchado en los informes de
los praesidia cómo aquella persona alejada, en un principio dura como la roca,
se ha ido ablandando gracias a las
visitas de los hermanos legionarios, y poco a poco, como si fuera una piqueta,
han ido resquebrajando la dureza que se encontró en un principio. O si somos
amigos de las biografías de los santos, hemos constatado, cómo a base de su
constancia, de no rendirse, de ser hombres y mujeres esperanzados, han ido
creciendo. No se arrugaron en las llamadas “noches oscuras del alma”. Es más,
nadie, a no ser el confesor sabía de su frialdad religiosa, pues aparentemente seguían
haciendo lo mismo: sus mismas oraciones, su mismo horario, su misma vida de
piedad.
La
Legión, con su sistema de apostolado, nos ayuda a vivir en la constancia en la perseverancia pues sabe que así es cómo
se hacen los santos de verdad. Al comienzo de este nuevo curso pastoral, aunque
para nosotros no lo hay propiamente, valoremos la constancia como virtud
fundamental para el crecimiento espiritual y para la planificación de los
trabajos apostólicos con el fin que se pretende.
V.-
Nunca ha desfallecer el servicio de una
organización consagrada a la Virgen Fiel, y que lleva – para honor o vergüenza
suya- su bendito Nombre! (Manual 10,5)
Allocutio del mes de agosto del Comitium Nuestra Señora del Sagrario-Toledo
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