martes, 14 de agosto de 2012

NUESTRA SEÑORA, PROFETA

Llena de la alegría que da el Espíritu Santo la Virgen llega a decir "desde ahora me felicitarán todas las generaciones". Y así se ha cumplido desde el comienzo del cristianismo cuando san Lucas escribe el evangelio que contiene esta oración compuesta por nuestra Señora. Ya entonces los primeros cristianos la llamaban bienaventurada, no solo por haber engendrado al Redentor, sino porque era una con Jesucristo, y de este ser uno con el Señor al participar de su mismo sufrimiento le llevó a vivir también su misma glorificación. Bienvanturada porque su Hijo que nos la dió como Madre, no ha consentido que el milagro de su maternidad virginar fuera corrupta, sino que ha querido que comparta también con Él su misma suerte.



Esta bella fotografía del Príncipe de Asturias besando a su madre la Reina de España, nos provoca alegría y ternura, sabiendo que los sentimientos entre madre e hijo son propios de todo linaje. Así ha tenido que ser el encuentro entre la Virgen asunta y su Hijo único. Monstra te esse Matrem, Domina. No te olvides de nosotros, Madre Inmaculada. Presentanos ante tu Hijo, y acompáñanos por las sendas oscuras de la vida.

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