domingo, 17 de enero de 2010

LA VERDADERA REVOLUCIÓN



El siglo XX todavía sigue “coleando” en muchos aspectos negativos. Se fabricó y se sigue extendiendo la idea de que Jesús fue un auténtico revolucionario comparándole blasfemamente con el Che Guevara u otros guerrilleros similares. Olvidan que Jesús nunca cogió las armas contra el invasor romano y que alabó públicamente la fe del legionario romano cuando le pidió la sanación de su criado, ni llamó al levantamiento en armas contra la justicia que se operaba. A la única guerra a la que llamó fue a la lucha contra el pecado, una llamada a la conversión personal.


Sin embargo, el estilo que inauguró Jesucristo comportó una verdadera revolución que está aún incompleta.


Su misma entrada en el mundo fue una verdadera conmoción. No fue elegida una madre experimentada, ni una familia de economía holgada. No manifestó su llegada a nuestra tierra al poder establecido sino que fue a los desarrapados de entonces simbolizado en los pastores, poniendo ya distancias con los poderosos de la tierra que se convirtieron en su principal enemigo. No se hizo el cercano con los sabios y entendidos de Israel sino a los de países lejanos donde encontró la generosidad necesaria para ir a adorarle. No nació envuelto en lujos y esplendor humano, aunque tuvo el cielo en la tierra en la Inmaculada, cumpliéndose así lo que Ella misma había dicho: El Señor derriba del trono a los poderosos mientras que a los hambrientos los colma de bienes. No vive una comodidad deseada por todos sino que es un exiliado más, perseguido por el poder. Revolución es la de vivir casi toda su vida entre nosotros escondido en un pueblo insignificante y de mala fama: ¿de Nazaret puede salir algo bueno?, pasando por ser el hijo del carpintero. Y la de rodearse de gente de mala fama como los pescadores, los publicanos, en vez de rodearse con la gente de “buena fama” como eran los fariseos, cumplidores escrupulosos de la Ley. Revolución la de llamar a dejarlo todo para ser digno de Él, la de abolir la ley del Talión para promulgar la Ley del perdón, de la misericordia y la comprensión, la de llamar bienaventurados a los que lloran, a los perseguidos,…La de ir rasgando su Corazón gradualmente hasta abrirle de par en par en su pasión.


Esta es la verdadera revolución que el Señor inauguró porque está inconclusa. Sí, porque sus seguidores huimos de la humildad y queremos la holgura de vida. Porque lejos de vivir misericordia somos jueces y árbitros escrupulosos, porque lejos de querer seguir su estilo nos encandilamos con el estilo del mundo que nos engaña al ofrecernos la felicidad en papeles baratos pero coloristas y atractivos. El Legionario de María ha de ser aquel que es un verdadero revolucionario porque quiere seguir el estilo del Hijo de su Señora que nos dice “Haced lo que Él os diga”. En este año que estamos comenzando no tengamos miedo a ser los verdaderos revolucionarios al no contentarnos de lo que vemos de cómo se está organizando el mundo sino que seamos la avanzadilla del nuevo cielo y la nueva tierra al convertirnos nosotros mismos al Señor dejando que la gracia vaya haciendo su labor en nosotros al ir adquiriendo los mimos sentimientos de Cristo Jesús.


(allocutio del mes de enero de 2.010)

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