Me decia mi director espiritual del seminario que yo era "Hipersensible". Que tenía su cara y su cruz: la de tener una sensibilidad especial y de poder comprender a los demás al ponerme facilmente en su piel, pero que tenía su aspecto negativo al dolerte con mucha facilidad y hondura lo que los otros te pudieran hacer o decir de ti. La edad y la gracia de Dios va hacinedo que esto último vaya mermando, pero en lo primero seguimos igual.
Esta mañana he presenciado una escena terrible y maravillosa a la vez. En un centro comercial una mamá había perdido a su niño pequeño y éste estaba por al aparcamiento llorando. Una empleada de la farmacia le ha recogido y le ha metido en la rebotica, dando aviso a los guardias de seguridad para que busquen a la mamá. Cuando salía de la farmacia, la madre llegaba a por su hijo presa de un ataque de ansiedad y llorando, y yo...me he emocionado. Mi hermano que estaba cerca de mi me ha regañado, ¿por qué lloras?, ¿también lloras por esto?
Por un momento mi imaginación marchó a Jerusalén, y me he imaginado la llantina que tendría la Virgen buscando a su Hijo por toda la ciudad. Y también he pensado en la llantina que le hacemos a la Dulce Madre cuando nos perdemos, cuando en vez de ser discípulos de Jesús obramos muy superficial y humanamente. ¡ Cómo lloraba el niño al no ver a su mamá! ¡Cómo deberíamos llorar cuando nos alejamos de la que es "Causa de Alegría!, puerto segurode salvación!
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