El gesto total de amor al amigo al entregar su vida por él, ha sido de tal tamaño, que ninguna coordenada de tiempo o espacio puede reducirlo. Es algo así como cuando en un estanque tiramos una piedra en el centro y se hacen ondas concéntricas que se van expandiendo, chocan con los extremos del estanque e incluso vuelven sobre sí. Así es el sacrificio de Cristo en la Cruz que la Eucaristía actualiza por mandato urgente del Señor: "Haced esto en conmemoración mía".
De esta forma "cada vez que comemos de este Pan y bebemos de este Cáliz, anunciamos la muerte del Señor, hasta que vuelva glorioso al final de los tiempos".
Es el encargo que dió Jesucristo a sus discípulos y que a su vez ellos entregaron a otra generación por la imposición de manos y por la sucesión apostólica, por el Sagrado Orden Sacerdotal que hace posible esta presencia real y perdón regenerador hoy.
En ese bendito cenáculo de Jerusalén ya estábamos presentes todos los sacerdotes del mundo cuando Jesús instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio. Su mirada no solo se detuvo en esos primeros 12 Sacerdotes de la Nueva Alianza, sino también a los sacerdotes de todo el mundo, los que stamso aqui presentes, indignos...indignísimos siervos suyos.
Llamados por nuestros nombres, con nuestra historia personal, para ser sólo suyos, para dedicarnos excusivamente a sus asuntos, la salvación de las almas, para ser canal de salvación. ¡Qué sería de nosotros sin el don del sacerdocio en su Iglesia! Muchos nos pueden enseñar a amar a Jesús, a conocerle más y mejor, pero, ¿quién me perdonaría en nombre de Jesucristo, quién haría presente al Señor en el Altar, quiém haría posible la regeneración que se produce en las aguas bautismales, quién consagraría el amor humano, quién me abriría las puertas del cielo al final de mi vida?
Sin el sacerdote ¡qué gris sería la vida!, aunque siga siendo hombre pecador como todos los humanos, es el canal de misericordia y amor que Jesucristo ha querido para su Iglesia.
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