martes, 29 de junio de 2010

DORIAN GRAY: EL PLACER NO ES LA FELICIDAD


De pequeño me impactó una película en blanco y negro. Hasta la adolescencia no me permitieron en casa leer el libro del último estante:El Retrato de Dorian Gray , de Oscar Wilde. Aún así me quedaron flecos por comprender. En la madurez me lo volví a topar y lo volví a leer comprendiendo las enseñanzas que escondía. Y cuando supe que Oscar Wilde había sido un converso al catolicismo, después de llevar una vida disoluta, aunque este dato la cultura actual la esconde..., todas las piezas encajaron.

La película "Dorian Gray" no es demasiado buena. Entre otras cosas, porque es muy difícil llevar a un guión cinematográfico el trasfondo filosófico-existancial de la novela de Wilde, aunque tiene pinceladas "góticas" dignas de consideración que hacen cercano el romanticismo del XIX.

Sin embargo queda bien claro algo que a nuestra sociedad no le va a gustar demasiado contemplar: los efectos del pecado. El joven Dorian se deja corromper por un conocido a su llegada a Londres al hacerse cargo de la herencia de su tio, y su inocencia dio paso a la lujuria más desordenada que le dominó totalmente. En el retrato que le hiciera a su llegada un pintor de moda se van a ir marcando sus pecados y maldades, mientras que su cuerpo seguirá en la plena lozanía de un chaval de 19 años y el tiempo no hará estragos en él.

Podría ser un ser envidiado por todos al tener una "eterna juventud", pero Dorian sabe que el tiempo sí ha pasado en su alma, que sus pecados de toda índole le han hecho un "muerto viviente", que su vida se encuentra vacía a pesar de su vida, que el "placer no es la felicidad" como va descubriendo. Alejado de Dios, sin amor, se encuentra completamente a la deriva. Más un amor le hace verse tal cual es y necesitado de perdón. ¿Es posible más catolicidad?

Aunque haya escenas fuertes que se podrían haber evitado, como en esa película en blanco y negro que siendo niño me impactó, sin embargo la veo muy recomendable para jóvenes y adultos, para que no se nos olvide la fealdad del pecado, de sus consecuencias que tiene en nosotros, no solo en Dios.

1 comentario:

Pedro A de Freitas F dijo...

Creo que pudes recomendarle el libro a Justo López Melús....