Los monarcas de otro tiempo aunciaban con tiempo suficiente, por sus legados o gobernadores, su próxima visita. Los habitantes de la ciudad enderezaban la calzada por donde iba a llegar, abajaba los montes si hacía falta. Bien sabían por experiencia que como el rey y su corte se encontrara unos malos caminos iba a descargar su ira subiendo desmesuradamente los impuestos, o bien al contrario, les podía otorgar algun nuevo privilegio real.
A nosotros se nos ha anunciado la llegada del Rey de reyes, y tenemos que enderezar lo torcido, allanar los montes encrespados, pero no por temor, sino por amor, porque este Monarca no nos va a freir a impuestos , sino que nos va a dar la libertad, pero la verdadera libertad. ¿Cuáles son nuestros caminos torcidos, nuestros montes elevados?
Ella, nuestra Señora, nos ayudará a descubrirlos y a enderezarlos.
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