El acontecimiento histórico del nacimiento de Jesucristo ha supuesto tanto para la humanidad que la misma historia ha quedado divivida en dos: los siglos y años antes de su nacimiento, y los que han venido después del mismo. Se ha producido una ruptura en dos mitades no solo en la forma de cortar los años, sino en la forma de vivirlos.
- Es algo grandioso volver a ver cómo ese Dios creador de todas las cosas no se ha olvidado de sus criaturas más perfectas que son los hombres, sino que es Él -siempre Él- quien toma la iniciativa, que da el primer paso, y se acerca al hombre, creado a su imagen y semejanza. Sin Él, el ser humano seguiría adorando a las estrellas, al viento, a la fertilidad, a la fortuna... Vería que la verdad está sólo en su potencia personal o social. Es consolador tener constancia de que el Creador no solo ha creado las cosas de la nada porque Él misma ha querido por Amor, sino que no abandona al ser humano, le busca, se hace el encontradizo. Toda la historia de la salvación es una contínua encarnación: para que el hombre le pueda comprender le habla con el lenguaje humano por boca de los santos profetas y la misma historia sagrada es la comprobación de cómo el Señor se va metiendo más y más en la historia humana, hasta que llega la plenitud de los tiempos. El asombro, es estupor, ha de dominarnos siempre, ha de movernos a una profunda emoción y ha de iluminar nuestro entendemiento ahondando asi en nuestra comprensión de qué es el se humano.
- Poca cosa no tenemos que ser para Dios, que ha dejado la "comodidad" del cielo, para internarse en el terreno del desagradecimiento humano al asumir nuestra naturaleza. Solo ésta era capaz de Dios al estar creados a su imagen y semejanza. Estos días, por tanto, son días para volver a caer en la cuenta de nuestra dignidad y de todos los derechos que tenemos por ser tales, y recobrar nuestra visión profunda del ser humano al ver como el mismo Dios se humana.
- Y se humana no de cualquier forma. Quiebra las leyes naturales que Él mismo creó para mostrarnos que con Él comienza una nueva humanidad tan distinta de la antigua, heredera del pecado de Eva, con la Virgen que ha devuelto con su obediencia la gracia perdida.
- Y el Señor ha superado todas nuestras posibles expectivas. Al asumir nuestra naturaleza nos hace un admirable intercambio: nos hace partícipes de nuestra divinidad. Nos levanta del pecado, pero no de cualquier manera, sino nos hace divinos. ¿Qué más se puede hacer? Y para que seamos capaces de Él se deja estrujar en Belén por unos y otros que se acercan a adorarle. Se humilla para levantarnos de nuestra miseria, se encarna para dar vida a nuestra carne herida de muerte.
Ante tamaños regalos que el Señor nos da en este tiempo navideño solo ha de quedar entre nosostros la misma actitud repetida de la Virgen: Ella lo meditaba todo en su Corazón, no dejaba que se perdiese ninguna imagen, ninguna palabra, y después volvía sobre ellas para revivirlo y saborearlo una y otra vez en silencio amoroso. Así hemos de vivir estos días asomándonos al pesebre para volver a maravillarnos del Amor de Dios que a pesar de nuestros pesares, sigue optando por el hombre. Este ser humano desarrolla su ser en tanto en cuanto acoje como la Virgen al mismo Dios y se deja inundar por su luz hasta el último rincon de su ser.
Allocutio del 19 de diciembre de 2.010 en el Comitium "Nuestra Señora del Sagrario" de Toledo
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