domingo, 22 de marzo de 2009

LA LITURGIA DE LAS HORAS


En otro tiempo, antes de la última reforma litúrgica, al breviario se le llamaba clerialmente "la suegra".Y es que no era para menos. Suponía un gran esfuerzo para los sacerdotes diocesanos u rezo, pues los cincuenta salmos del salterio estaban pensados que se rezaran a la semana, además de las grandes perícopas escriturísticas de las que se componía, de los largos responsorios y de las larguísimas textos patrísticos.

La reforma pedida en el Caoncilio Vaticano II ha hecho su rezo más racional. Los salmos están ya distruibuídos en cuatro semanas, la lecturas bíblicas y patrísticas son más cortas y densas a la vez. Las nuevas generaciones de clérigos ya no podemos llamar al rezo de la liturgia de las horas como las anteriores generaciones la llamaban. Ahora corresponde que los deseos el movimeinto litúrgico del siglo XX que tanto influenció la reforma posconciliar se lleve a término: que todo ello nos sirva para santificarnos realmente, acompañando nuestras palabras con los sentimientos del corazón.

Como cualquier obra humana que se precie siempre es perfectible, lo sabemos bien. Hay períodos litúrgicos más logrados que otros; hay lecturas patrísticas más oscuras que otras; hay himnos que dejan mucho que desar. Pero en un conjunto bien podemos utilizar este medio litúrgico para hacer oración. Ya para los sacerdotes no ha de ser una obligación contraída el día de nuestra ordenación diaconal, sino un instrumento para hacer oración liúrgica y personal.

Lo que no comprendo por qué los sacerdotes diocesanos hemos de rezar las laudes, hora intemedia, vísperas, completas y oficio de lectura, mientras que las religiosas o religiosos que no son de clausura solo hacen las horas mayores. Pero eso es otra cosa.


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