jueves, 4 de junio de 2009

EL SACERDOCIO DE JESÚS


Jesucristo es como un hermosísimo y talladísimo diamante, que para disfrutarle y dejarse maravillar es preciso ver cada una de sus caras , admirar la luz que le traspasa y admirar todo su conjunto.

Una de esas caras preciosas que hoy nos deslumbra es su eterno sacerdocio. Ya al comienzo de entrada en el mundo dijo: Aquí estoy Padre para hacer tu voluntad, no quieres sacrificios ni ofrendas pero me has dado un cuerpo. Toda su vida la hemos de ver desde esta óptica sacerdotal hasta su culminación en el ofrecimiento supremo en la cruz, presentándose como hostia viva, como sacerdote eterno, como altar.

El bautismo hace que participemos de su sacerdocio. Somos pueblo sacerdotal y podemos ofrecer personal y comunitariamente oraciones gratas al Padre y sacrificios agradables a su corazón paterno.

Demos gracias a Dios por el don del sacerdocio común y del ministeria. Nunca nos hemos de cansar los sacerdotes de darle gracias por su elección inmerecida. Mil veces que naciera...mil y una vez SACERDOTE DE JESUCRISTO.

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