domingo, 28 de junio de 2009

VIDA EUCARISTIZADA


¿Por qué ha querido quedarse Jesucristo entre nosotros en la Eucaristía? Es completamente ilógico. Ha venido a los suyos y no le han recibido, ha predicado y no ha sido escuchado, ha sido desprecido y crucificado. Pero Él ha querido apostar por el hombre. Su presencia entre nosotros no es solo para alimentar nuestra alma espiritual, no es sólo para ser el viático de vida eterna, elixir de inmortalidad. Su presencia ha querido ser acción eucaristizadora en los suyos.

El mismo pan y vino nos recuerda el sacrificio de Jesús.



  1. El pan fue trigo y este harina que horneada llegó a ser alimento. Jesucristo ha sido el grano de trigo que muriendo ha dado mucho fruto, el trigo triturado por nuestros delitos y maldades, el que ha transformado el dolor sin sentido en acción de amor. La Virgen ha sido la divina panadera que ha dado la naturaleza humana al Verbo Eterno, que ha amasado este pan también modelando las entrañas de Jesús, su Corazón.


  2. El mismo vino que un dia fue uva prensada en el lagar, nos recuerda la humanidad de Jesucristo pisada, rota, al cargar sobre sí los pecados del mundo, sin apariencia humana, ante quien los rostros huyen.

Sería incompleto si en la Misa solo nos quedamos en la preciosidad de las lecturas que hacemos, o las oraciones tan profundas o los bellos ritos que la componen. Vivir la Misa supone:




  • ofrecernos en el momento del ofertorio: es ese momento para presentar en la patena junto con el pan y el vino que se van a eucaristizar nuestros proyectos, nuestros fracasos también, las ilusiones y alegrías, dolores y frustaciones. Cuando seamos capaces de presentarnos en el ofertorio, entonces eso significará que vamos entrando en el espíritu litúrgico. Así se repetirá en nosotros lo que dice la carta a los hebreos sobre Jesús: "Cuando entró Jesús en el mundo dijo: no quieres sacrificios ni ofrendas pero me has dado un cuerpo. Por eso digo: aquí estoy oh Padre para hacer tu voluntad".


  • Comulgar es unirse a Jesús, fusionarse misticamente con Él e irnos también haciéndonos eucaristía. Si el Señor es ese grano de trigo triturado por amor para los hombres, así también el comulgante ha de ser el que se deje también pisar y humillar, el que haga la vida más fácil a los demás aunque esto suponga abnegación y olvido de sí mismo.

Hemos de convertir entonces nuestro día en una Misa, sí, como la Virgen hizo. Preparándose al comienzo del día e irse ofreciendo para que en el ofertorio de la Misa lo podamos hacer ya plenamente. Y una vez que salimos de la Iglesia, prolongar el sacrificio del Señor en nuestro día a día. Y así nuestra vida será acción de gracias, ofrecimiento, entrega, donación, en definitiva nuestra vida estará eucaristizada.


(Allocutio del 26 de junio de 2.009 en el Comitium de Toledo, "Nuestra Señora del


Sagrario)

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