En estos días el Señor Cardenal Cañizares se está despidiendo de la archidiócesis de Toledo. Ayer lo hizo de los sacerdotes especialmente en el "Corpus " genuinamente toledano. Tanto en la homilía como en la alucución en la plaza de Zocodover el Prefecto romano pidió varias veces perdón a los sacerdotes por el ejercicio de sus ministerio episcopal en Toledo. Estas fueron sus palabras concretas: Permitidme que, al final de esta homilía, dirija mis palabras de despedida a mis queridos hermanos sacerdotes, rogándoles que también me despidan de los fieles cristianos de las comunidades cristianas a las que sirvan. Han sido años muy intensos y gozosos, en los que tampoco, como no puede ser de otra manera, ha faltado la cruz. A todos os he querido, y os quiero, entrañablemente. A todos y cada uno me gustaría abrazar, agradecer y pedir perdón; con todos deseo unirme en la misma comunión en el Cuerpo del Señor que nos hace ser su Iglesia; por todos quiero orar; con todos anhelo dar gracias al Señor.(...)Y como tampoco han faltado sombras - tal vez ha habido más sombras y oscuridades de las que esperabais - os ruego que me acompañéis en la súplica de perdón al que es rico en misericordia y Dios de toda consolación y que, teniendo como tenéis, un corazón grande y generoso, me perdonéis cuanto necesite ser perdonado que, sin duda, será mucho. (Homilía en SICP 11.06.09).Han sido años intensos. Diría que muy intensos. Han sido años de inmensos dones de Dios, que sólo Él conoce y que no soy capaz de explicar adecuadamente, porque nos sobrepasan y desbordan; todos y cada uno de esos dones merecen por mi parte toda alabanza y acción de gracias. "Cantaré eternamente las misericordias del Señor". Con la Virgen María, llena de gracia y medianera de todas las gracias, quiero cantar un "Magníficat" que no tenga fin, y proclamar con Ella la grandeza del Señor, porque ha mirado mi humillación, y porque su misericordia es eterna de generación en generación. "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho, que nos ha hecho?". Es tan bueno que la única paga que exige es que lo amemos con todo lo que nos ha dado. Y cuando, al final de estos años, pienso en todo esto -voy a decir lo que siento- me horrorizo de pensar en el peligro de que alguna vez, por falta de consideración o por estar absorto en cosas vanas, me haya olvidado del amor de Dios y haya sido para Cristo causa de vergüenza y oprobio. Bien sabe Dios - y lo digo con humildad, consciente de mi debilidad y pequeñez, y porque no es obra mía- que no me he reservado nada, que me he gastado y desgastado sencillamente por la Iglesia -por ella, sin más-, a veces hasta la extenuación. Y esto no por mérito mío alguno, sino porque Él ha tenido conmigo mucha compasión y misericordia, y ha venido en mi auxilio. Todo es gracia suya; todo lo bueno que haya en estos años es suyo. Las torpezas, errores y debilidades, sin embargo míos. ¡Cuánta fuerza y verdad recobra la verdad de la gracia en esta fiesta del Corpus Christi contemplando la sagrada Hostia que admiramos y adoramos, donde se contiene todo el amor y la misericordia, la plenitud de la vida y la vida eterna, la herencia de los santos y la comunión con Cristo que hace posible que surja un mundo nuevo, donde habite la justicia y reine el amor!(Alocución en la Plaza de Zocodover 11.06.09)
La categoría espiritual de una persona se manifiesta en la humildad que es como el aire que levanta a la cometa a altas alturas humanas y espirituales. Es que la humildad es fundamental y sin ella nos convertimos en una mentira maquillada.
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