sábado, 11 de julio de 2009

EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO


Allocutio del mes de julio de 2.009


I.-Una parte integrante de la gran revolución de Jesucristo fue el dar sentido al dolor, al sufrimiento. Hasta entonces se veía la enfermedad o cualquier sufrimiento moral como un castigo de Dios fruto del pecado personal del hombre, mientras que al contrario, la abundancia de bienes era un signo de la benevolencia de Dios por la santidad del hombre, como lo podemos ver en el libro de Job y en general en todo el Antiguo Testamento.”Lo veían despreciado castigado de Dios” (Is 53).¿No se dice Hijo de Dios?, que lo libre si tanto lo quiere”. Es increíble que a pesar de tantas generaciones evangelizadas se siga teniendo a nivel popular esta misma idea.
II.- Sin embargo Jesucristo nos enseña el sentido verdadero del sufrimiento. Él mismo, pudiendo, no bajó de la cruz, no despreció el sufrimiento sino que se agarró a Él. Podemos decir, por tanto, que Jesús no elimina el dolor, sino que le da un sentido nuevo, el sentido verdadero. El Señor contempló el dolor que se le avecinaba en el huerto de los olivos y su naturaleza humana se abría de dolor, pidiendo al Padre que apartara de sí esa pasión que se le avecinaba. A nadie le gusta sufrir por sufrir. Sin embargo el mismo Señor terminó su oración pidiendo al Padre Eterno que no se hiciera su voluntad sino la suya, abandonándose así a sus planes. Esta, por tanto ha de ser nuestra actitud ante el sufrimiento propio y saber iluminar al ajeno. Nos podrá costar sentir el dolor moral o físico en la propia carne o en la de los cercanos a nosotros. Más sin embargo, cuando uno se sabe unido a Jesús sufriendo con Él, cuando se sabe que en esos momentos se encuentra más cerca de Él, completando lo que le falta a su pasión, cuando se sabe que de esta forma se sufre para llegar al reino de los cielos, cuando se sabe que el dolor no es definitivo como no lo fue en el mismo Señor, cuando se sabe que el Señor se está convirtiendo en un cirineo ayudándonos a llevar la cruz… entonces todo adquiere un tono de color nuevo que hace que el dolor o sufrimiento no sea infructuoso sino esperanzador.
III.- Por tanto, ante el sufrimiento dos actitudes importantísimas para vivir en paz y en crecimiento:
• Aceptación: Aquel o aquella que no sea capaz de aceptar su propia realidad y se resista y se violente recordando cómo eran las cosas con anterioridad o ensoñándose pensando cómo podrían ser en un futuro, ese será como aquél que se da golpes contra un muro: la cabeza se la romperá y el muro seguirán en su sitio. Aceptar por tanto la realidad que yo vivo es vital para vivir en paz.

• Ofrecimiento: Este es el segundo paso, ofrecerse como nos enseña san Pablo como “hostia viva, santa, agradable a Dios”. Muchas veces pensamos en hacer no sé cuantos sacrificios o mortificaciones y cuando nos llega el dolor en alguna de sus múltiples manifestaciones, entonces nos quejamos, nos levantamos, nos revelamos. Saberse que se está unido a Cristo sacerdote, víctima y altar, que ese dolor ofrecido se está convirtiendo en una oración gratísima que Dios acepta, que la podemos ofrecer por tantas cosas, por tantas necesidades que este mundo tiene…y convertir así el día, la vida en una Misa contínua, nos ha de hacer mucho bien

IV.- Ya lo hemos dicho. Aunque creamos que estamos solos en el momento del dolor, no es así. Como apoyo tendremos siempre a la bienaventurada Virgen María, como la tuvo Jesucristo en el camino de la amargura y en el mismo patíbulo de la cruz. Con su presencia de Madre nos va ayudar a no sentirnos nunca solos en los momentos duros de la vida, sino que, al contrario, nos mostrará a Jesús fruto de su vientre por toda la eternidad.

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