martes, 7 de julio de 2009

LA RECOMPENSA DE BUSCAR LA VERDAD


Siendo adolescente encontré en la biblioteca de la Legión de María un libro que estaba sin ser leído, dado que sus páginas necesitaban ser abiertas con abrecartas. Quizá por eso me atrajo desde el priemer momento y cuando pude le cogí para leerle. ¡Lo que me costó! Había cosas que no comprendía a mis 16 o 17 años, pero me lo propuse y terminé de leerlo. Además la traducción del inglés lo hacía más difícil de comprender. Ese libro es "Apología pro vita sua" de John Henry Newman editada en la editorial BAC.

Lo que sí entreví fue un hombre buscando la verdad que hasta que no estuvo en comunión con ella no fue plenamente feliz.

En una de mis excursiones a Madrid, a la librería San Pablo, me encontré con el libro del Cardenal editado en la editorial Ciudadela, le adquirí y le estoy releyendo con grandísimo interés y devoción. La traducción es notable y hace posible que Newman nos haga saber por qué camino puedo llegar a la plenitud de la verdad y pasar de la disciplina anglicana a la Iglesia Católica. Del conocimiento de los Concilios, de la fe de las primeras comunidades cristianas, del de los Santos Padres, se dió cuenta que solo la Iglesia Católica mentenía esa fe, mientras que las iglesias llamadas reformadas, entre las que se encontraba la Anglicana, se habían desviado y contaminado.

La conversión del fundador del movimiento de Oxford supuso un aldabonazo muy fuerte a la sociedad británica del XIX: un corazón amante de la verdad al que no le pesó desgarrar su alma al dejar a tantos amigos con tal de estar con Jesucristo y su Iglesia.

Leyendo la obra del Cardenal se deja entrever su influencia teológica que desembocó en el humus del que se nutrió el Concilio Vaticano II. Cuando escribió esta obra, mirando hacia atrás se dió cuenta que la Virgen Santísima había sido la estrella luminosa que le había llevado a Jesucristo y a la verdad plena. Ella, como en el caso de tantos santos, lo había hecho todo.

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