I.- “La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía”( Benedicto XVI, Spes Salvi 49). Esas personas que dan luz reflejando la luz de Cristo son los santos. Se tomaron un día su vida cristiana en serio, descubrieron que sólo Jesucristo es el Camino, la verdad y la vida ( Cfr.Jn 14, 1-12). “En este camino nuestro pongamos también la mirada en los santos testigos del Amor que es Dios”(carta pastoral del Sr. Cardenal Arzobispo, 10). En este último tiempo ha habido en la Iglesia un descendimiento del aprecio a los santos quizá como reacción a otros tiempos en los que el pueblo de Dios los daba más importancia que a los sacramentos. Hemos de darles la importancia y el culto que se merecen:
• Los santos son aquellos que habiendo vivido en su vida en grado heróico las
virtudes cardinales han sido considerados dignos de estar con Dios para siempre. Y la Iglesia, con la autoridad apostólica, ha declarado en la ceremonia de la canonización que están en el cielo. Tenemos conciencia que hay muchos otros que no han sido canonizados pero que también están en el cielo. Por eso celebramos el 1 de noviembre la solemnidad de Todos los santos, a todos que ya están gozando de Dios, los hijos mejores de la Iglesia. Allí en la Jerusalén celeste tienen una misión importante: interceder por nosotros. Así lo decimos en el acto penitencial de la Misa: “Por eso ruego a santa María la Virgen a los ángeles y a los santos….”.
• Los santos son también ejemplo para nosotros. El mensaje cristiano en ellos
no solo fue informativo sino performativo. Esto significa que el evangelio en ellos no solo fue una comunicación de cosas que se pueden saber sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida (cfr. Benedicto XVI Spes Salvi 2). Por la acción del Señor en su vida y su mansedumbre al dejarse hacer, fueron capaces de ser testigos de Jesucristo, especialmente por la centralidad que en ellos tuvo la Sagrada Eucaristía. “Para vivir en medio de los hombres amando como Cristo nos ama, como amaron los santos testigos de la caridad de Cristo, para vivir el amor cristiano que es don de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo necesitamos de la Eucaristía (Carta pastoral del Sr.Cardenal 11). Fueron capaces de darse porque fueron fortalecidos por la acción materna de nuestra Señora, tuvieron en Ella su consuelo y esperanza, su apoyo y certeza. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su « sí » abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Jn 1,14)?(Spes Salvi 49)
No hay comentarios:
Publicar un comentario