sábado, 31 de mayo de 2008

Homilía del IX Domingo del tiempo ordinario


I.- Me he fijado, me imagino como vosotros, en cómo se comienza a edificar una casa. Quizá se tarda más en hacer los planos, en allanar el terreno, en poner los cimientos, que después en lo que es la obra en sí. Y es que se tiene la experiencia, que para que un edificio tenga presente y futuro es necesario poner unos cimientos hondos, profundos. La belleza del edificio será mera apariencia si no están los cimientos bien puestos, pues en ellos reside el futuro.
II.- En este domingo, pues, después de la Pascua, después de la Fiesta de nuestro Corpus es necesario que hagamos una parada en nuestra vida cristiana y la revisemos no sea que la estemos edificando en tierra en vez de en roca (cfr. Evangelio de este domingo) y entonces un buen día todo se venga abajo.
III.- ¿Cómo lo sabremos?. ¿Cómo puedo saber si tengo buenos cimientos?. La Palabra que Dios nos ha regalado este domingo nos da unas pistas para poderlo descubrir:
· “Meteos mis palabras en el corazón y en el alma”. La enseñanzas de Jesucristo no es sólo un compendio de conocimientos que han de ser retenido en la inteligencia, sino en el corazón y en el alma, esto es, en lo más profundo de nuestro ser. Si aún las tenemos muy a la superficie de nuestra vida, si aún esta Palabra de vida no ha anidado de verdad en ella, si todavía no se han hecho propias, si aún no me ha cambiado la vida, es que entonces los cimientos no están muy hondos.
· “No os vayáis detrás de dioses extranjeros que no habéis conocido”. Solo Jesucristo ha de ser nuestro fundamento real. No se ha dado otro nombre en el cielo ni en la tierra que nos pueda salvar. Ha sido exaltado a la derecha del padre como Mediador de la nueva alianza; Él es el rostro visible de Dios invisible, primogénito de todas las criaturas. Hemos de ver realmente si Él realmente es el cimiento de nuestra vida, si Jesucristo es el que nos mueve, si gracias a Él descubrimos realmente el rostro del Dios invisible, o bien seguimos siguiendo a dioses extranjeros, esto es, a sucedáneos de dios que nos vamos fabricando para nuestra comodidad. Por Jesucristo sí hemos conocido al Dios verdadero, y por Él y en Él hemos de vivir y existir.
· Por la fe en Jesucristo viene la justificación. Los judíos se quedamos encerrados en un sinfín de normas y cláusulas que les hacía la vida irrespirable, haciéndoles pensar incluso que cumpliéndolas a rajatabla eran justos, aunque su corazón estuviese agrio. La salvación viene por la fe en Jesucristo y por Él hemos de obrar, movidos desde el interior, fruto de la conversión verdadera del alma. No podemos fundamentar nuestra fe al testimonio de uno o de otro, aunque éstos nos puedan ayudar. Si la tenemos fundamentada en cosas accidentales es que aún no tenemos casa edificada sobre arena.
· No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad del Padre que está en el cielo. Descubrir la voluntad de Dios en nuestra vida, desear vivirla sabiendo que de esta manera seremos más felices, pedir la gracia para cumplirla.
III.- No sabe la menor duda, que si ponemos bien estos cimientos, entonces, nuestra vida espiritual tiene futuro, no habrá nada ni nadie que nos podrá apartar de Dios manifestado en Cristo Jesús, señor nuestro.
IV.- Feliz tu que has creído. Dichoso quien escucha la Palabra de Dios y la cumple….piropos que dirigió Jesús a su Madre Santísima. En Ella vemos encarnados todos estos puntos de los que hemos hablado. Por eso mismo su edificio espiritual fue hermosísimo y lleno de hermosura. Sabe de la voluntad de Dios y la cumple en su vida; fui en siempre “si”; sabe que Jesucristo es el cimiento de su vida, sobre el cual descansa su vida y en el que ha descubierto el sentido de su vida; la que tiene en su Inmaculado corazón grabadas las Palabra de su Hijo y donde hacen eco una y otra vez. A Ella pues, la pedimos que interceda por nosotros para que sigamos sus huellas, para que edifiquemos nuestra vida sobre roca viva: Jesucristo.

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