Se popularizó en los años de la transición el estribillo Tiene que llover , tiene que llover, tiene que llover a cántaros, especialmente en los ambientes donde se pretendía no favorecer una reforma política, sino una ruptura radical. De esta forma, se deseaba una lluvia torrencial que arrastrase el régimen político pasado. Es curioso que este canto lo tarareasen los políticos llamados de izquierda, silenciando con toda intención que la misma lluvia torrencial era necesaria en Cuba, la entonces Unión Soviética, países satélites, China, donde los derechos humanos también eran pisoteados impunemente. Es curioso que las palabras de Jesús también se cumplan en la política...eso de las dos varas de medir.
Tiene que llover a cántaros...no sólo porque ya el verano parece que va en caída y ya parece que todos necesitamos el frescor de la lluvia.
Tiene que llover a cántaros para que el pecado sea arrastrado por la gracia; para que nuestra inteligencia sea iluminada y arrastre a los teólogos ( de 3ª división regional) de la llamada Asociación Juan XXIII; necesario para que ese espíritu rancio postconciliar que ya está caduco sea arrastrado por el verdadero agua conciliar del equilibrio; necesario para que los racionalismos filosóficos como el relativismo, cienticismo o laicismo sean arrastrado por la verdad de Jesucristo; necesario para que el agua de los signos de los tiempos arrastren caducos estilos pastorales que antaño funcionaron pero que ya no; necesario que esta lluvia del Espíritu nos haga ver que las estructuras que otro tiempo funcionaron muy bien, pero que hoy hacen que se gasten esfuerzos infructuosamente para mantenerlas; necesario que esta lluvia comience arrastrando aquello que no es de Dios en nuestra vida, pues como decía en Venerable Juan Pablo II la primera reforma es la personal, antes de ver las faltas ajenas; necesaria una lluvia copiosa para que María Santísima sea conocida y amada como se merece, pues bien sabemos que cuando Ella no está presente en el alma, no está el verdadero Jesucristo; necesaria una riada de agua para que el rostro de Jesús en nuestra alma sea expuesta en su esplendor.
Tiene, si, que llover a cántaros...
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