Este fin de semana pasado ha concluído el X Congreso "Católicos y vida pública" organizado por la que parecía hace años extinta Asociación Católica de Propagandistas. Desde luego están siendo, como lo fueron sus entecesores en este movimiento, luz en medio de tanta oscuridad. Al finalizar este congreso, han hecho un hermoso manifiesto del que paso a poner aquí algunos de los párrafos más hermosos:
Este décimo Congreso “Católicos y Vida Pública” ha querido elegir como lema “Cristo, la esperanza fiable”. No “una”, sino “la”; la única esperanza fiable, la única creíble, la única verdadera y auténtica, la única que no engaña ni defrauda. Desde el exigente realismo de esta esperanza nos sentimos urgidos a ofrecerla a los hombres y mujeres de nuestro tiempo como lo que es: una dura interpelación, no una promesa cómoda y fácil; un compromiso políticamente incorrecto, un consciente y convencido ir contracorriente, sin complejo alguno. Estamos convencidos, con Benedicto XVI, de la necesidad apremiante de decirle a esta sociedad que “el mal y la muerte no tienen la última palabra, sino que, al final, Cristo vence. ¡Siempre!”
Desde la convicción de que nuestra principal obligación de caridad es decir la verdad, no podemos dejar de denunciar que en la España actual no se respeta el sacrosanto derecho a la vida, ni en las inicuas leyes del aborto y de la eutanasia, ni en los no menos inicuos proyectos del suicidio asistido y de la manipulación abyecta de las fuentes de la vida humana. En la España actual no se respeta como es debido a la familia y a sus valores, ni el único matrimonio verdadero; no se respeta el inalienable derecho que los padres tienen a educar a sus hijos según sus propias convicciones religiosas y morales. Desearíamos que en la España actual se hiciera todo lo posible por derrotar y acabar de una vez y para siempre con el terrorismo, y proporcionar así una convivencia segura y honrada.
Es éste un difícil momento de la historia, agravado por la crisis económica, que evidencia las contradicciones de un sistema que no pone al hombre en el centro de toda su actividad. Aún más, nos sentimos interpelados e impulsados a renovar nuestro esfuerzo y compromiso por el bien común.
Los católicos españoles queremos seguir contribuyendo decisivamente a una libertad en democracia basada en el respeto a la Verdad, a una paz, que es imposible sin justicia y sin perdón, a una definitiva reconciliación entre españoles. Queremos y ofrecemos una mayor atención a los más desfavorecidos. Queremos trabajar constante y eficazmente con cuantos busquen en la vida menos relativismo y más coherencia, menos consumismo y más solidaridad, menos cesión en los medios de comunicación a lo que degenera y rebaja la dignidad en cualquier ser humano. Queremos que nuestros hijos y nuestros nietos no tengan que avergonzarse de nosotros y que sin sectarismos intolerables ni manipulaciones mediáticas se respeten la memoria y el legado de todos nuestros mayores, así como la fe católica y los símbolos religiosos.
Permítasenos dirigir esta interpelación, como fruto de este X Congreso “Católicos y Vida Pública”, a todos nuestros conciudadanos verdaderamente dispuestos a unir esfuerzos por una España mejor, a nuestros obispos y sacerdotes, a los padres y madres de familia, a los abuelos, a maestros y profesores, a todos los intelectuales y profesionales honrados, así como a cuantos tienen la responsabilidad de legislar, gobernar y juzgar. De manera especialmente confiada, dirigimos esta llamada a los jóvenes, en cuyas manos está el futuro.
Desde la verdad de nuestra inequívoca identidad católica, manifestamos esperanzadamente nuestra plena disposición a un dialogo abierto a la fe y a la razón en el que podamos participar, desde el mutuo respeto, en un clima de sana laicidad, desde las más diversas posiciones, cuantos tenemos un seguro punto de encuentro en la afirmación de la dignidad de la persona en todas las fases del desarrollo natural de su existencia, en la defensa de los derechos fundamentales radicados en esa dignidad y en los valores propios de una sociedad democrática.
Hoy y siempre nuestra específica y más valiosa aportación a ese diálogo será el anuncio de Cristo mismo como única esperanza fiable, que nos deja en el Evangelio la brújula segura e inequívoca de nuestra propia fundada esperanza, tan alejada de utopías ilusas como de engañosos sucedáneos de la verdad. Así lo hacemos hoy, con gozo y esperanza, desde el más profundo afecto y respeto a todos, al concluir este décimo Congreso Católicos y Vida Pública.
Es éste un difícil momento de la historia, agravado por la crisis económica, que evidencia las contradicciones de un sistema que no pone al hombre en el centro de toda su actividad. Aún más, nos sentimos interpelados e impulsados a renovar nuestro esfuerzo y compromiso por el bien común.
Los católicos españoles queremos seguir contribuyendo decisivamente a una libertad en democracia basada en el respeto a la Verdad, a una paz, que es imposible sin justicia y sin perdón, a una definitiva reconciliación entre españoles. Queremos y ofrecemos una mayor atención a los más desfavorecidos. Queremos trabajar constante y eficazmente con cuantos busquen en la vida menos relativismo y más coherencia, menos consumismo y más solidaridad, menos cesión en los medios de comunicación a lo que degenera y rebaja la dignidad en cualquier ser humano. Queremos que nuestros hijos y nuestros nietos no tengan que avergonzarse de nosotros y que sin sectarismos intolerables ni manipulaciones mediáticas se respeten la memoria y el legado de todos nuestros mayores, así como la fe católica y los símbolos religiosos.
Permítasenos dirigir esta interpelación, como fruto de este X Congreso “Católicos y Vida Pública”, a todos nuestros conciudadanos verdaderamente dispuestos a unir esfuerzos por una España mejor, a nuestros obispos y sacerdotes, a los padres y madres de familia, a los abuelos, a maestros y profesores, a todos los intelectuales y profesionales honrados, así como a cuantos tienen la responsabilidad de legislar, gobernar y juzgar. De manera especialmente confiada, dirigimos esta llamada a los jóvenes, en cuyas manos está el futuro.
Desde la verdad de nuestra inequívoca identidad católica, manifestamos esperanzadamente nuestra plena disposición a un dialogo abierto a la fe y a la razón en el que podamos participar, desde el mutuo respeto, en un clima de sana laicidad, desde las más diversas posiciones, cuantos tenemos un seguro punto de encuentro en la afirmación de la dignidad de la persona en todas las fases del desarrollo natural de su existencia, en la defensa de los derechos fundamentales radicados en esa dignidad y en los valores propios de una sociedad democrática.
Hoy y siempre nuestra específica y más valiosa aportación a ese diálogo será el anuncio de Cristo mismo como única esperanza fiable, que nos deja en el Evangelio la brújula segura e inequívoca de nuestra propia fundada esperanza, tan alejada de utopías ilusas como de engañosos sucedáneos de la verdad. Así lo hacemos hoy, con gozo y esperanza, desde el más profundo afecto y respeto a todos, al concluir este décimo Congreso Católicos y Vida Pública.
¿Hermoso verdad?. Y con más razón que un santo.
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