Me ha emocionado escuchar de los labios de los seminaristas toledanos, cuando salía la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y después de ser interpretada la Marcha Real, el grito ¡Viva Cristo Rey! respondido por una multitud de fieles que aguardaba su salida de la Iglesia de los Padres Jesuítas. Recordaba cómo los mártires de Toledo durante la presecución durante la II República morían perdonando a sus verdugos y gritando con su último suspuro ¡viva Criso Rey!. Los distintos documentos que estoy consultando de esa época, con motivo de mi tesis doctoral, habla de un clero mediocre. Más sin embargo, su morir dice otra cosa: un clero piadoso y fiel, un clero que solo buscaba la gloria de Dios y que fue capaz de sacar la mejor nota.
Reconocer a Cristo como Rey, es reconocerle como dueño de nuestra vida, de todo el universo; es caer en cuenta que su amor no lo puede poner freno nada ni nadie; que su amor es un amor personal, individualizado no sumido en una gran masa sin rostro; que su reinado es un reinado al modo del buen pastor que ama y cuida de cada una, porque por cada una se desvive, y quén mejor que El se desvive hasta el punto de dejarse abrir en canal.
Queremos que Cristo sea nuestro Rey, es más lo necesitamos. Sin Él el hombre se convierte en una bestia para consigo mismo y para con los demás, como lo demuestra el crimen abortista, la eutanasia...
Unamos nuestras vocas , es más nuestros corazones, y digamos ¡¡¡¡VIVA CRISTO REY!!!
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