Dicen que cuando Ignacio cayó en plena batalla y le llevaron a las Vascongadas para que se recuperase de las heridas físicas, las heridas del alma que llevaba consigo lucharon por su sanación. No me sorprende que cuando cayó en los manos la "Flor sanctorum" su interior se sintiera de repente estremecido ante el ejemplo incomparable de un santo Domingo de Guzmán. ¿Por qué no ser yo como él?¿Por qué no lanzarme a ir por esos caminos y ganar almas para Dios sacándolas de la ignorancia? ¿Por qué no ser como el santo de Caleruega que sólo hablaba con Dios o de Dios? ¿Por qué no hacer penitencias y vigilias para alcanzar la conversión de los pecadores? De esta meditación salió un extraordinario santo para la Iglesia, Ignacio de Loyola.
Hagámonos las mismas preguntas...y veamos qué pasa.
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