Jesús se enfrentó más de una vez con los fariseos que eran los que vivían la fe judía profunda y escrupulosamente en sus más mínimos detalles. Lo más lógico es que lo hubiera hecho con los publicanos y los pecadores.
Ellos se habían endurecido justamente por su cumplimento estricto de la ley mosaica y no eran capaces de comprender las debilidades ajenas, habían creado una especie de guetto de los que se consideraban los puros, los incontaminados.
Hemos de tener cuidado de que no se repita lo mismo en nosotros. Vivir o intentar vivir mejor el evangelio no nos ha de distanciar del resto de la humanidad, ni nos ha de hacer el corazón duro, sino que nos ha de hacer más tierno y comprensivo. Asi fueron los santos: exigentes consigo mismo y sin embargo compresivos y misericordiosos con los demás. ¿Por qué no somos nosotros así? ¿Por qué nos convertimos en duros como el pedernal?
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