martes, 16 de septiembre de 2008

CALIDAD DE VIDA


En esta sociedad del bienestar se habla constantemente de calidad de vida. Y nos quieren hacer ver que se tiene una vida plena si se tiene el coche de tal marca, si se viaja a esa playa del Caribe, si se compra la televisión de plasma con tdt incorporado, si a los niños se le compra tal mochila en la que está impresa el dibujo animado de moda. El tener se ha convertido también hoy en una idolatría, como ha denunciado recientemente el Papa Benedicto XVI en su viaje apostólico a Francia: ¿Acaso nuestro mundo contemporáneo no crea sus propios ídolos? ¿No imita, quizás sin saberlo, a los paganos de la antigüedad, desviando al hombre de su verdadero fin de vivir por siempre con Dios?(...) San Pablo dice a los Colosenses que la codicia insaciable es una idolatría (cf. 3,5) y recuerda a su discípulo Timoteo que el amor al dinero es la raíz de todos los males. Por entregarse a ella, precisa, muchos, arrastrados por la codicia “se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos” (1 Tm 6, 10). El dinero, el afán de tener, de poder e incluso de saber, ¿acaso no desvían al hombre de su verdadero fin, de su auténtica verdad? (Homilía en la explanada de los inválidos de París, 13 de septiembre de 2.008)

Estos ídolos que denuncia el Papa a esta sociedad del norte opulenta, adormecen al hombre, le engañan pues les hace pensar que teniéndolos van a ser felices, van a tener una gran calidad de vida. ¡Nada más lejos de la realidad!.

El corazón humano, aunque se pueda endurecer aparentemente por esto, está heco para cosas grandes, no para baratijas. Éstas no dan la verdadera calidad de vida. ¿Pueden dar el sentido de la vida?¿Pueden darme el sentido de mi dolor o de los míos?¿Pueden darme acaso la vida eterna que mi corazón ansía de verdad?.¡Qué va!. Vanidad de vanidades, todo es vanidad, como dice la Escritura.

Jesucristo es el que nos da la verdadera calidad de vida, pues nos brinda la verdad plena, el camino cierto, la vida con mayúsculas. En su cruz, el hombre encuntra sentido a su propio dolor; en su resurrección descubre que su vida aquí y ahora no termina sino que es un comeinzo de comunión con Él. Esta es la verdadera calidad de vida. Se puede no tener coche, ni buena casa, ni televisión, ni móvil, y tener mayor calidad de vida que los multimillonarios lejos de Dios. Venite ad me....

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