Por estas fechas se levantan fuertes críticas por la tradición ancestral del toro de Tordesillas en la que ese animal no queda muy bien parado.
Asociaciones en defensa de los animales han levantado la voz, gritando que ¡no hay derecho a ese asesinato!.
Es un signo de los tiempos, como diría Juan XXIII, la sensibilidad actual de cuidar a los animales y el entorno en que vivimos. Se ha llegado a hablar de la carta de los derechos de los animales; en el Parlamento español se ha aprobado la dignidad de los chimpancés.¡ Cuántas veces hemos vistos a los barcos de Green Peace intentar obstaculizar la caza de las ballenas en alta mar por parte de balleneros rusos o japones; cuántas ongs han sido fundadas para la defensa de especies a punto de extirguirse amparadas bajo la idea global de progresismo!
Pero sin embargo...el que hable y defienda la vida humana en el seno materno se convierte en un intransigente y retrógrado. Parece ser que ya los animales tienen más derechos que los mismos humanos. Si nos escandalizamos de esa costumbre de Tordesillas...¿cómo nos podemos adormecer tanto que nos da lo mismo a lo que ocurra a la vida humana?¿cómo incluso somos capaces de ver progresista la defensa de la vida animal y retrógrado la defensa de la vida humana que es superior?. Si no es por el poder del mal concentrado en Satanás, no puedo comprender intelectualmente estos dos baremos tan escandalosos.
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