En el periodo histórico de la II República, en el que por mi tesis me estoy especializando, los obispos españoles se quejaron amargamente que la religión católica no era tratado de la misma forma que a otras confesiones. Mientras la primera era ridiculizada y perseguida de múltiples formas, las demás eran favorecidas ya sea por los gobiernos radicales del 31-33 y de 36-39 ya sea por los medios gráficos afines. Los cardenales Segura, primero, y Vidal i Barraquer, después, junto con los demás metropolitanos de la época, se dieron cuanta que de esta forma se pretendía que el catolicismo fuera perdiendo peso en la espera pública y poderle tratarle así de igual a igual con las demás religiones con el fin de que sus postulados no fueran los únicos posibles entre los españoles.
Han pasado 75 años de ese experimento nefasto que fue la II república y el que se cree heredero de su espíritu retoma la misma estrategia. Los católicos manifestamos postulados intolerantes, sujetos al oscurantismo. mientras que las demás religiones son al menos ignoradas cuando su visión moral en semejante a la nuestra. Los protestantes que son número mínimo tampoco aceptan el matrimonio homosexual ni el aborto libre. Y no digamos los musulmanes que en los países de su mayoría numérica matan o apedrean a los homosexuales; o los países de religión marxista (Cuba o China) donde "no existe la homosexualidad porque está castigada con la pena de muerte, claro. Sin embargo, la cultura musulmana se ensalza, el regimen cubano sigue siendo un punto de referencia para los llamados intelectuales o progresistas. Los que llaman infieles a los que no son de su misma religión y quieren su conquista social son considerados como constructores de una legítima diversidad religiosa, y los católicos que hablamos de convivencia pacífica y respetuosa con las demás religiones nos hacen aparecer en los spot políticos como los que solo queremos una sola religión en Europa.
Ciertamente se nota que hay algunos políticos de hoy que son herederos del experimento republicano que nos llevó a un enfrentamiento entre hermanos. Es que la cabra siempre, siempre, tira al monte.
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