Con la llegada del mes de mayo, mes en que las flores lanzan a la Virgen sus mejores aromas y colores, la geografía mundial se llena con la alegría de unos pequeños que se acercan por primera vez al Altar para recibir el Pan de la Vida.
Al menos durante dos años se han preparado con una catequesis de acuerdo a su edad, para que conozcan los rudimentos de la fe católica. En la semana última se ultiman los preparativos para la ceremonia: los cantos, las lecturas, ls peticiones, la colocación de los niños con sus padres... Suelen ser ceremonias vistosas, aunque los niños están despistados ante tanta espectación, ante tanto traje, ante tanta foto. Los que asisten a la ceremonia, no entran en ella, pues el murmullo es general incluso. A muchos la Iglesia se le cae encima, al no estar acostumbrado a la largueza lógica de la Misa. Cuando la ceremonia termina, en la mayoria de los casos, también termina todo. Si no han venido durante esos dos años a la Misa dominical, ahora ya con más razones. Lamentablemente sólo los hijos de padres de sólida fe son los que perseveran, y los otros apenas aparecen para continuar su formación en la fe, ni se vuelven a alimentar del Señor Jesús Eucaristía. La fe en la mayoría se quedará enana y,mientras sus cuerpecitos vayan creciendo, su alma quedará raquítica sin amistad acendrada en Jesucristo. Por eso, hay tantos cristianos por ahí con cuerpos tan grandes, pero con un alma tan pequeña, tan descompensados.
No sé bien lo que tenemos que hacer. Pero lo que sí es cierto es que no debemos seguir en esta mecánica, dado los poquísimos frutos que estamos viendo. La mayoría no quieren darse cuanta de todo y desean seguir con la misma dinámica para no tener problemas de ningún tipo con nadie. Sé que todo es complicado. Todos sabemos que para hacer tortillas hace falta romper los huevos. Hay que cambiar las actitudes de los padres al pedir este Sacramento para sus hijos, hay que exigir unos mínimos, hacer un seguimiento individual de cada niño y familia, no alimentar el "ceremonismo" vacío y quizá que cada niño con su familia, en la Misa que ellos elijan, se acerquen sin aravacas a recibir al Señor. Hay que rezarlo mucho, dialogarlo mucho, pero lo que no podemos hacer es mirar para otro sitio, ni dejarlo pasar. Es mucho lo que tenemos entre manos. Y así lo hemos de tratar.
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