El lunes volvió Jesucristo a Jerusalen. A la ida vio una higuera y se acercó a ver si tenía higos. Sus discípulos se sorprendieron. No era fecha de higos y su sorpresa llegó al estupor cuando la maldijo por no tener su fruto. Pasó el día en la ciudad santa predicando en el templo. Cuando volvieron a Betania vieron la higuera completamente seca. Se acordaron de lo que había pasado por la mañana.
Cuando pasó el tiempo, los apóstoles cayeron en al cuenta de que todo había sido un símbolo. El pueblo de Israel era esa higuera sin fruto, maldita, que fue seca. La Iglesia que nació del costado de Cristo será la nueva higuera llena de fruto gradano. No por sí misma, sino porque Jesucristo es su cabeza y hace que por sus miembros corra su Sangre derramada.
Hoy lunes santo se acerca el Señor a nosotros, como se acercó a la higuera. ¿Encuentra los frutos de conversión de esta Cuaresma en nosotros, un corazón de carne frenta al de piedra que teníamos al comienzo de estos cuarenta días?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario