jueves, 30 de abril de 2009

SIEMPRE DE CARA A DIOS


Con la autorización del Santo Padre, se puede celebrar de modo extraordinario la Santa Misa, siguiendo el ritual del Concilio de Trento, o llamado popularmente de San Pío V.

La Reforma Conciliar del Vaticano II llevó consigo unas ansias de aplicar la novedad, que llevó en muchas ocasiones a unas liturgias arbitrarias, muy lejos de lo que la Constitución Sacrosantum Concilium pedía. Este extremo llevó a que Mons.Lefebre, que firmó esta constitución conciliar, y muchos fieles desorientados, se refugiasen en las seguridades doctrinales,litúrgicas y morales, que regían la Iglesia desde Trento. Los toledanos no podemos comprender todo esto, pues no hemos vivido estos extremos de los que hablo, pero bien se por compañeros del seminario provenientes de otras partes de España que habían abusos litúrgicos que denigraban la acción sagrada. Y como los extremos se tocan, de este humus, ha salido un deseo de volver a la liturgia anterior al Vaticano II. Hemos de tener mucho cuidado en todo lo que toca a la Liturgia, pues estamos tocando lo más sagrado de los sagrado.

Algunos han diferenciado estas dos formas de celebrar de esta forma: la antigua es de "cara a Dios", mientras que la actual es "cara a la gente". Es una visión simplista y contaminada de la celebración eucarística. SIEMPRE el celebrante lo hace de "cara a Dios", pues las oraciones eucológicas, las plegarias eucarísticas, siempre van dirigidas al Padre Eterno, para que acepte la "víctima que tu mismo has preparado a tu Iglesia". Habrá que buscar otra diferenciación, pero esta no es válida.

Si se celebra la Santa Misa con hondura espiritual, con fildelidad a los textos actuales, si no se cae en el mal gusto celebrativos, si el sacerdote no oscurece a Jesucristo quien es el que realmente preside, si no se convierte en un showman en el que se centren todas las miradas, si los cánticos son oportunos y santos, si los ornamentos sagrados no desdicen de lo que se celebra sino que lo realza, si los cálices sagrados reflejan santidad y buen gusto, si las imágenes mueven a la devoción, los fieles irán progresivamente entrando en el espíritu litúrgico, dando gloria a Dios.

Pero siempre, siempre...de CARA A DIOS.

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