domingo, 27 de julio de 2008

JESUCRISTO ES MI PERLA PRECIOSA, MI TESORO ESCONDIDO



Breve meditación para el domingo XVII del tiempo ordinario
El rey Salomón pidió al Señor sabiduría para gobernar a su pueblo con justicia y rectitud, agradándole al no implorar ni dinero ni poder, ni siquiera salud o el aniquilamiento de sus enemigos. Hemos de aprender de este hijo de David tener la sensibilidad para no pedir tantas cosa materiales, sino la sabiduría asistente del trono de Dios para, una vez encontrado a Jesucristo, descubrirle como la perla preciosa que todo comerciante en perlas finas sueña con encontrar un día, como ese tesoro que todo agricultor sueña con hallar en su campo.

Ese comerciante de la parábola vendió todas las cosas con alegría sabiendo que era mayor lo que iba a alcanzar: la perla preciosa. También el agricultor vendió sus posesiones lleno de entusiasmo y así poder adquirir el campo en el que encontró el tesoro.

Cuando uno se ha encontrado con Jesucristo de verdad y siente que es su perla preciosa, su tesoro escondido, lo que tanto había buscado en su vida, vende también todo para adquirirle: serán los pecados que hacen de muro de separación entre Él y nosotros, concretados en la soberbia y falta de caridad, en la preocupación excesiva de los asuntos del mundo, en buscarse a sí mismo maquillado en tantos posibles aspectos...sopesando más los biens materiales que los del cielo.

Tenemos que vender, como ese comerciante, como ese agricultor todo lo que haga falta para ser más de Jesús, pero con alegría. No podemos andar taciturnos pensando lo que hemos de vender, lo que tenemos que dejar a un lado. No es ninguna carga sino que ha de ser una gran alegría, aunque sea a veces un camino angosto...¡pero merece la pena!.

Miremos a la Virgen Santísima, causa de nuestra alegría, y veamos cómo vive con entusiasmo su ser de Dios sin reservarse nada. Que Ella nos alcance la alegría en el seguimiento de Jesucristo.

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