domingo, 15 de junio de 2008

HOY DÍA 15 DE JUNIO, ANIVERSARIO DE LA INJUSTA EXPULSIÓN DEL CARDENAL SEGURA DE ESPAÑA POR LA II REPUBLICA


artículo publicado en la publicación semanal PADRE NUESTRO de la Archidiócesis de Toledo



LA EXPULSIÓN DEL CARDENAL SEGURA DE ESPAÑA




Este próximo 15 de junio, se cumplirá el 75 aniversario de la expulsión injusta de España del Cardenal-Arzobispo de Toledo Don Pedro Segura Sáenz por el Gobierno Provisional de la Segunda República española.


Pedro Segura Sáenz nació el 4 de diciembre de 1880 en Carazo, provincia de Burgos y diócesis de Burgo de Osma. Después de una esmerada formación en la Universidad Pontifica de Comillas donde alcanzó el doctorado en Teología, en Derecho Canónico y en Filosofía Escolástica, fue ordenado presbítero el 9 de junio de 1906 y, tan sólo diez años después -el 13 de junio de 1916- obispo auxiliar de Valladolid.


Fue trasladado a la diócesis de Coria en la que ejerció su ministerio episcopal desde el 12 de octubre de 1920 hasta el día primero de enero de 1927. Dada la amistad personal que mantenía con el Rey Alfonso XIII, fue promocionado a la archidiócesis de Burgos entrando solemnemente en ella el 11 de febrero de 1927.


A la muerte del Cardenal-Arzobispo de Toledo D.Enrique Reig, el


25 de agosto de 1927, es nombrado como su sucesor el 31 de octubre y creado cardenal por el Papa Pío XI el 19 de diciembre a los 47 años de edad, a los 10 años de ser obispo y sólo 21 años después de ser ordenado presbítero, llegando así a lo más alto del episcopado español.


Bien podemos decir que el Cardenal Segura fue la perla eclesiástica de la Restauración y que, como todos los prohombres de la época, soñaba en una profunda reforma del sistema entonces vigente, teniendo él por norte el Siglo de Oro español.


Llega a Toledo lleno de fuerzas humanas, espirituales y, muy rápidamente, se involucra en su ministerio en la Archidiócesis compaginándolo con el nombramiento de Director Pontificio de la Acción Católica que potenció enormemente poniendo las bases para su desarrollo posterior y manifestando su gran sensibilidad social tal como ya lo había hecho en todos sus destinos anteriores.


Con la caída del Sistema de la Restauración, se proclama, con muchas dudas de legalidad, el nuevo régimen republicano el 14 de abril de 1931. Todos los pasos, silencios y gestos del Cardenal de Toledo están controlados e interpretados por las nuevas autoridades, dada la relación estrechísima y personal entre Don Pedro Segura y el Rey exiliado.


Ante esta situación política convulsa, Don Pedro, como Primado, aguarda que la Santa Sede le remita instrucciones ante el nuevo régimen. Su silencio es interpretado como hostilidad por unos gobernantes que no contaban tanto con el apoyo popular, si tenemos presente que los comicios municipales del 12 de abril de 1931 habían sido ganados abrumadoramente por los candidatos monárquicos.


Don Pedro, como el Nuncio Tedeschini y los demás arzobispos metropolitanos, recibió unas instrucciones fechadas el 29 de abril y redactadas por el Secretario de Estado Pacelli, futuro Pío XII, en las que da indicaciones de actuación ante la nueva realidad política española. Teniendo éstas presentes, redacta el Primado su Carta Pastoral fechándola el 1 de mayo de 1931 de impecable facturación: “Innecesario es, por sabido por todos, hacer constar que la Iglesia no siente predilección hacia una forma particular de gobierno. Podrá discutirse en el terreno de los principios filosóficos cuál es la mejor, y aún puede suceder que entre los filósofos cristianos haya cierta unanimidad en preferir un determinado régimen; pero la Iglesia, sobre este punto, ha reservado su parecer. (…) A la luz de estos principios, fácil es determinar cuáles son los deberes que incumben a los católicos con relación al Gobierno provisional que actualmente rige los destinos de nuestra Patria (…) Es deber de los católicos tributar a los Gobiernos constituido de hecho respeto y obediencia para el mantenimiento del orden y para el bien común”.


Sin embargo, será su referencia al Rey Don Alfonso XIII lo que anulará para los políticos su Carta Pastoral y servirá de excusa para pedir desde el Gobierno Provisional a la Santa Sede su relevo en la sede toledana: No tenemos por qué ocultar que, si bien las relaciones entre la Iglesia y el Poder civil tuvieron paréntesis dolorosos, la Monarquía en general fue respetuosa con los derechos de la Iglesia. El reconocimiento así es tributo de la verdad, sobre todo cuando se recuerdan con fruición los errores y se olvidan los aciertos y beneficios. Séanos lícito también expresar aquí un recuerdo de gratitud a Su Majestad Alfonso XIII, que durante su reinado supo conservar la antigua tradición de piedad y fe de sus mayores (…)La Hidalguía y la gratitud pedían este recuerdo; que siempre fue muy cristiano y muy español rendir pleitesía a la majestad caída, sobre todo cuando la desgracia aleja la esperanza de mercedes y la sospecha de adulación”. Las reacciones ante este documento pastoral publicado en la prensa el 6 de mayo no se hicieron esperar. Mientras que Alcalá Zamora calla, Lerroux dice lo que no dice Segura: “ya habrán visto ustedes que el Cardenal Primado aconseja que en las próximas elecciones se vote a los monárquicos y a los católicos”; el ministro de Justicia De los Ríos llega a decir que “hay muchas declaraciones en el documento de un carácter eminentemente político y todas ellas rezuman oposición, cuando no hostilidad al régimen republicano. La República no puede consentir una actuación de semejante naturaleza”, y los medios más adictos al Gobierno desencadenaron un ataque abierto al Cardenal pidiendo su alejamiento de la Sede Primada e incluso de España.


El 9 de mayo de 1931 se celebra en Toledo, con autorización expresa de Roma, una conferencia extraordinaria de Metropolitanos presidida por el Cardenal Segura, haciéndose público el primer documento oficial de la Iglesia española al gobierno de la II República en el que se anuncia un pliego de quejas por las medidas que va tomando el gobierno provisional y que tocan derechos adquiridos por la Iglesia secularmente firmándose en Roma el 3 de junio subrayando “el deber estrictísimo (de los católicos) de tomar parte activa que puedan, según las leyes, en las elecciones que se avecinan para las Cortes Constituyentes, de que éstos se unan circunstancialmente para una acción común a fin de conseguir que sean elegidos para las cortes constituyentes candidatos que ofrezcan plena garantía de que defenderán los derechos de la Iglesia y del orden social”.


Verbalmente se le comunica al Primado la noche del 12 de mayo por una persona particular, probablemente el mismo gobernador civil de Toledo, que el Gobierno no garantizaba su vida en España por espacio de media hora, pues se sabía que existía el empeño de quemarlo vivo dentro del palacio arzobispal. Sale a escondidas de él y, sin encontrar resistencia en la frontera hispano-francesa, llegará a Roma donde departirá con el Papa Pío XI entregándole un dossier de la situación convulsa que ya sufría España por la legislación antieclesial, los incendios y saqueos de conventos e Iglesias ante la inactividad de la fuerzas de seguridad de la república. Vuelve a España con normalidad, sin ponerle ninguna dificultad las autoridades fronterizas, y decide volver a sus quehaceres episcopales, comenzando discretamente con la visita pastoral al Convento de las Adoratrices de Guadalajara, que aún pertenecía a la Archidiócesis de Toledo, convocando allí a los sacerdotes del arciprestazgo a las seis y media de la tarde del domingo 14 de junio de 1931. Es apresado por orden directa del Ministro del Interior Miguel Maura, queda incomunicado en la cárcel de la Comisaría de Vigilancia del Gobierno Civil de Guadalajara donde remitirá Don Pedro al Presidente del Gobierno Provisional una queja formal por el atropello. A las cuatro y media del 15 de junio de 1931 apareció el Cardenal Segura, con barba de varios días y rostro demacrado, bajo el dintel de la puerta de los Padres Paúles de Guadalajara, para subir el automóvil de la Dirección de Seguridad, matrícula M-91.098 y alguien sacó la instantánea que daría la vuelta al mundo: el Cardenal Segura en el medio vestido con el traje talar sin distintivos cardenalicios, con el rostro serio y sereno, escoltado por el comisario Maqueda descubierto ante el Cardenal que hace amago de bendición y seguido por policías de paisano mientras en la puerta un Guardia Civil con fusil en la mano en actitud de descanso teniendo como música de fondo gritos de ¡¡viva la república y muera el clero!!. Será acompañado por la policía hasta la frontera española y expulsado por orden del Gobierno republicano.


Las autoridades sacarán una nota intentando justificar lo injustificable. La Santa Sede se quejará oficialmente por semejante tropelía por medio del Nuncio. Los periódicos internacionales se hicieron eco de la injusticia de la situación creada. De nada sirvieron las quejas desde Roma, ni del mismo Cardenal, ni manifestar reiteradamente sus deseos de volver con su amada grey de Toledo.


Ante esta dura realidad, el Cardenal Segura se vió obligado a renunciar a su Sede de Toledo el 26 de octubre de 1931 por el bien de la Iglesia de Toledo y de España.


Se quebró injustamente así su pontificado toledano que comenzó ilusionadamente el 23 de enero de 1928, que quedó en la memoria de los toledanos por la cercanía y el celo de su pastor, y que fue añorado hasta el fin de su vida por el Cardenal Segura.



Gustavo-Adolfo Conde Flores.

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